Yerma (Federico García Lorca)

Yerma es la segunda obra de la trilogía dramática de la tierra española escrita por Federico García Lorca. La trilogía comienza con Bodas de sangre (1933) y termina con La casa de Bernarda Alba (1936).

Igual que su predecesora, Yerma es una tragedia escrita en prosa y verso aunque de menor extensión, ya que cada acto se compone de sólo dos cuadros. El argumento de la obra versa en torno a Yerma, una mujer que, pese a sus empeños, no logra tener hijos. El ansia insatisfecha le hará odiar a su marido, al que finalmente mata.

Yerma se estrenó el 29 de diciembre de 1934 en el Teatro Español de Madrid y obtuvo críticas dispares. Parte de la crítica la alabó, mientras que la prensa de derechas dedicó epítetos menos amables a García Lorca e incluso desincentivó el visionado de la obra. En Yerma Lorca cuestiona la maternidad, el matrimonio e incluso la misma existencia de Dios. Demasiadas líneas rojas traspasadas para ciertos sectores.

Cabecera del diario 'Ahora'.

Yerma: Resumen por actos y cuadros

Yerma es una obra dividida en tres actos, cada uno de ellos compuesto de dos cuadros. Los tres actos abarcan un lustro, aunque a primera vista no se note. Al comienzo de la obra, Yerma lleva dos años y veinte días casada. María, su vecina, acaba de saber que está embarazada.

En el segundo cuadro del segundo acto, María entra en casa de Yerma con el bebé en brazos. Ahí ya tenemos un salto temporal de aproximadamente un año. El siguiente está en el segundo cuadro del tercer acto, cuando en la romería Juan cuenta cinco años de matrimonio.

Primer acto

El primer cuadro nos presenta a Yerma: Cómo es su vida, la relación con Juan y su ansia por tener hijos, que sale a flote en la conversación con María. También conocemos a Víctor, que de entrada da indicios de ser alguien especial.

El cuadro segundo se desarrolla en el campo, donde las mujeres van a llevar la comida a sus maridos. Aquí Yerma se cruza con la Vieja 1, que intenta hacerle ver que no tendrá hijos de Juan y además niega la existencia de Dios cuando Yerma le pide amparo («A mí no me ha gustado nunca Dios. ¿Cuándo os vais a dar cuenta de que no existe?»), y con dos muchachas, una de las cuales cuestiona el matrimonio (que le desagrada) y se muestra feliz por no ser madre («De todos modos, tú y yo, con no tenerlos, vivimos más tranquilas»).

Cuadro I

En el patio, Yerma se ha quedado dormida junto al tabaque[1] de costura. Tiene un sueño extraño: Un pastor está a su lado con un bebé en sus brazos. Canturrea y se marcha despacio mientras suenan las campanas. Cuando el pastor desaparece despierta, confundida. Bosteza y llama a su marido. Juan sale preparado para ir a trabajar y pregunta si pasaron ya las yuntas[2]. Yerma responde que sí. Hace ademán de marcharse, pero ella lo retiene. Está preocupada porque cada vez lo ve peor.

Yerma se casó con Juan porque con ilusión por la nueva familia que estaba por crear, pero sin el enamoramiento necesario para que la cosa funcione. Y de aquellos barros, estos lodos. El tiempo pasa, los hijos no llegan y ellos están cada vez más distantes. Ella, encerrada en casa por imposición marital. Y él, obsesionado con el trabajo y el dinero. Cada vez más delgado y envejecido, cosa que preocupa a su esposa. Pero Juan elude dar explicaciones argumentando que son imaginaciones de ella. Y, como cada día, marcha al campo a faenar.

Yerma vuelve junto al tabaque. Entona una canción mientras cose. Al rato llega María, una vecina, que acaba de comprar encajes, tela, hilo y lana para lo que viene en camino: Está encinta. Y como Yerma sabe coser, María le pide tímidamente que haga los trajes y pañales[3] del futuro bebé. Y Yerma accede, aunque le escuece por dentro. María lleva cinco meses casada y ya espera un niño. Todas las novias de su quinta han tenido descendencia. Mas ella no, y lleva dos años y veinte días intentándolo. Resignada, se sienta junto al tabaque a cortar unos pañales.

El siguiente en remover la herida es Víctor, que sale en ese momento y, confundido por los pañales, le felicita por su estado de buena esperanza. Cuando Yerma le corrige, se disculpa, exhortándole a que lo intente con más vehemencia. Víctor marcha, no sin antes encargarle que recuerde a Juan pasar por las dos ovejas que le ha comprado. Y Yerma no puede evitar levantarse y caminar hasta el sitio donde ha estado parado Víctor.

Cuadro II

Margarita Xirgú como Yerma
Margarita Xirgú como Yerma (Crónica, 6/1/1935)

La única salida que tiene permitida Yerma es al campo para llevar la comida a su marido. De allí regresa cuando se encuentra con la Vieja 1. La anciana tiene recorrido: dos matrimonios y catorce hijos de los que viven nueve. Todos varones. Y como Yerma tiene ganas de hablar con una mujer experimentada, aprovecha. Pero la otra no quiere explayarse. Los hijos vienen a su debido tiempo, sólo hay que poner ganas y medios. Los medios están puestos, pero las ganas…

«Los hombres tienen que gustar, muchacha», tercia la vieja. Y ese es el problema, que a Yerma le gustó una vez Víctor, pero nunca le ha gustado Juan. Y cumple con él, como está mandado. Mas no por afecto o diversión, sino para procrear. Y así los años pasan, los hijos no llegan y Yerma cada vez está más convencida de que está seca por dentro. Seca, que no vacía, porque el espacio que no ocupa el hijo lo va llenando, de a pocos, el odio.

Aparecen dos muchachas que también han ido a llevar el yantar a los maridos. Una se va corriendo, pues dejó al hijo durmiendo y no hay nadie que lo cuide. La otra no tiene hijos y se alegra por ello. Desprecia la vida de casada. «¿Qué necesidad tiene mi marido de ser mi marido? Porque lo mismo hacíamos de novios que ahora», se pregunta.

Se despiden. Yerma escucha el canto de un hombre. Es Víctor. Ella nunca le había oído cantar. Le gusta su tono. Al terminar la canción charlan amigablemente. No puede evitar sentirse atraída por él, y al parecer es algo mutuo. Pero Juan aparece de pronto, la charla se acaba y ella vuelve a casa.

Segundo acto

En el primer cuadro las hermanas de Juan se han instalado en la casa. Ellas cuidaban la iglesia, pero Juan decide el traslado para que vigilen a su esposa. La tensión dentro de la casa es tan grande que empiezan a ser objeto de chascarrillos en el pueblo.

En el segundo cuadro asistimos a la despedida de Víctor, que ha vendido sus rebaños a Juan y se marcha del pueblo para volver a la casa paterna. Su marcha está precedida por otra discusión entre Juan y su esposa a cuenta del embarazo que no llega. María, que ya es madre y visita a Yerma, trata de que valore más a Juan y la vida que tiene.

Cuadro I

Las hermanas de Juan se han instalado en la casa. La decisión la tomó él tras sorprender a Yerma y Víctor en el campo y que su esposa pasara la noche en el tranco de la puerta. Además, las gentes hablan. Hablan (mal) sobre las hermanas, tiesas como mojamas, que hasta ahora cuidaban la iglesia. Hablan de la falta de hijos de la pareja y de cómo mira Yerma a Víctor. De que la culpa es de Juan, pues la falta de hijos se suple redoblando atenciones. También de Yerma por no aceptar su destino. Y hablan de la tormenta que se cierne sobre esa casa, que cuanto más reluce, más cerca está de estallar.

De todo esto hablan las lavanderas mientras se afanan en su quehacer cuando llegan las hermanas. Entonces cambian de tercio. Miran a los pastores, que llevan sus rebaños a esquilar. Están todos. Menos uno. Víctor.

Cuadro II

Juan espera a Yerma en casa. Ha ido a la fuente a por agua para la comida y a juicio del marido se retrasa. Paga el enfado con las hermanas, a quienes no les parece una cosa tan grave. Al volver Yerma, discuten. Él no quiere que salga de casa y ella se ahoga dentro de la casa. Juan piensa que tiene de todo, pero a Yerma le falta lo fundamental: un hijo que dé sentido a su vida. Y él, cansado de tener siempre la misma conversación, le dice que se traiga algún sobrino para cuidarlo, a lo que ella se niega. No quiere hijos prestados, quiere uno suyo.

Yerma y María
Yerma y María (Ahora, 20/1/35)

El marido se queda sin argumentos, no sabe cómo salir de esa situación. Le ruega que permanezca en casa, pues la gente habla y él mismo piensa que su esposa le es infiel con otro hombre. Pero a Yerma le da igual la gente; cada vez le da más igual todo. Juan se va a comer en el momento en que María, con su hijo en brazos, pasa por delante de la puerta.

María solía ir de visita con frecuencia, pero desde que es madre lo evita si lleva al niño: no quiere dar envidia a su vecina, aunque Yerma no siente envidia, siente tristeza. Además, se siente incomprendida por su marido, cuñadas y el resto de las mujeres, sobre todo por las que ya son madres. No entienden su desasosiego y es en balde lo que le digan, porque Yerma sólo repara en el hijo que le falta. El niño se despierta y María marcha a la vez que una muchacha llega al patio. Es la joven que se alegraba de no tener hijos y maldecía el matrimonio. Ha ido para decirle que Dolores -su madre- le está esperando.

Yerma iba a acompañar a la muchacha cuando llega Víctor. Viene a despedirse, pues se vuelve a la casa familiar. Pregunta por Juan, quien, tras verlos el otro día en el campo y alertado por los corrillos, se ha quitado de encima a su rival comprándole sus dos rebaños. Seguramente el trato incluiría marchar del pueblo, pero eso no lo sabemos. Víctor da la mano a Yerma y se aleja de la casa con Juan. La hija de Dolores le apremia para irse. Yerma se cubre con un mantón y se van, ignorando las llamadas de las cuñadas.

Tercer acto

El tercer acto inicia con Yerma, Dolores y las dos viejas volviendo del cementerio, donde han llevado a cabo un ritual de santería. Juan, alertado por sus hermanas, salió a buscar a su esposa la noche anterior, pues las cuñadas ignoraban su paradero. En casa de Dolores tienen la enésima discusión, provocada por los celos de Juan y el rencor acumulado por Yerma hacia él.

El cuadro final es la romería, donde Yerma va a pedir el favor al santo para quedarse embarazada. Es una tradición de las mujeres del lugar, aunque, como apuntan algunas, en los últimos tiempos se está desvirtuando, ya que acuden más hombres solteros que mujeres casadas y las cuadrillas varoniles no son de fiar. Juan escucha una conversación entre su esposa y una de las viejas, que le propone fugarse con su hijo. Esto enciende su ira y provoca la que será la última discusión de la pareja, pues termina con su muerte a manos de Yerma.

Cuadro I

Yerma entra en casa de Dolores junto a otras dos ancianas. Está amaneciendo y llegan del cementerio, donde han pasado la noche rezando. Es un conjuro que Yerma se ha prestado a hacer para quedar embarazada. Una de las mujeres intenta hacerle ver que el mundo no se acaba por no tener hijos, pero Yerma no quiere escucharla. La otra le aconseja que, mientras llega el embarazo, se apoye en su marido. Sin saberlo le ha nombrado a la bicha.

Yerma tiene la certeza de que Juan no quiere hijos y traslada esa apatía a los encuentros íntimos («Cuando me cubre cumple con su deber, pero yo le noto la cintura fría, como si tuviera el cuerpo muerto»). Viendo que no conseguirán nada, las mujeres le aconsejan que vuelva a casa, pues ya está clareando y no es conveniente que la vean a esas horas.

Pero antes de que Yerma salga, llaman a la puerta. Es Juan, que salió a buscarla acompañado de sus hermanas. El marido está realmente convencido de que las continuas escapadas de Yerma tienen que ver con otro hombre, lo que enfurece a su esposa. Tras una fuerte discusión en la que ella le deja claro que su honra está fuera de dudas, vuelven a casa.

Cuadro final

En el pueblo se celebra una romería. Las mujeres suben a la ermita a pedir el favor al santo para quedarse embarazadas. Aunque, por lo que se dice en los corrillos, cada vez hay más hombres solos de los que cuidarse. Yerma y su marido también han subido a ver al santo, aunque a ella se le ve un tanto apática.

Mientras el marido bebe, Yerma conversa con la vieja a la que quiso pedir consejo en el campo. Esta le dice que deje a Juan, pues asegura que sus genes son los culpables de que no lleguen los hijos. En cambio, Yerma es de genética fértil. Le anima a buscar a su hijo, que la espera detrás de la ermita, e irse a vivir con ellos. Pero esa posibilidad no cabe en la cabeza de Yerma. No ya por Juan, sino porque sería su deshonra. Y una cosa es marchitarse y otra exponerse al escarnio. Así que parten peras.

Juan ha escuchado la conversación entre Yerma y la vieja. Y estalla, porque lleva años oyendo la misma cantinela y está harto. ¿Qué más da si no hay hijos? Él no da importancia a no tenerlos. Lo que no va a hacer es martirizarse por algo que no depende de ninguno de los dos. Juan es feliz no teniéndolos, y Yerma pierde la cabeza cuando le escucha decirlo. ¿Qué buscaba Juan en ella? «Una mujer» —contesta él. Pero ella en Juan no veía un hombre, sino el proveedor de la materia para embarazarse. Sin perspectiva de tener hijos, a ella ya no le interesa Juan.

Pero Juan no piensa igual e intenta hacerla suya allí mismo. Yerma se resiste. Caen al suelo. Yerma, encima de Juan, aprisiona con sus manos el cuello de su esposo hasta que su cuerpo queda inerte. La gente se arremolina a su alrededor. Yerma les grita: «¡No os acerquéis, porque he matado a mi hijo, yo misma he matado a mi hijo!».

Personajes de Yerma

El reparto de Yerma se compone de 25 personajes en los que hay dos protagonistas, Yerma y su marido Juan (la noche y el día, pues se trata de dos personajes con caracteres totalmente contrapuestos).

  • Personajes principales de Yerma: Yerma y Juan.
  • Personajes secundarios de Yerma: Víctor, María, Vieja 1, Muchacha 2, Dolores.
  • Otros personajes: Lavanderas, Vieja 2, Cuñadas, Mujer 1, Mujer 2, Muchacha 1, Niño, Hombre 1, Hombre 2, Hombre 3, Macho, Hembra.

Yerma

Es una mujer que entiende la maternidad como el fin último de la mujer. En una época en que los roles estaban muy definidos (el hombre trabajaba, la mujer se encargaba de la casa y los hijos), su forma de realizarse, de ocupar su sitio en la sociedad, es ser madre. Como no lo consigue, su carácter va cambiando y termina desarrollando una especie de locura.

Yerma se casó con Juan por imposición paterna. Sin ilusión, pero «con alegría» por la expectativa de tener familia. En aquel entonces, la única forma socialmente aceptada de tener hijos era casarse. Por eso no pone pegas al matrimonio con Juan, aunque realmente no está enamorada de él. Su objetivo es ser madre y le importa poco quién sea el padre.

El embarazo que no llega va agriando su carácter, pues ve como las mujeres de su edad van teniendo familia y teme estar seca por dentro. Confía sus preocupaciones a Juan, pero él no le da importancia. Diríase que incluso se alegra de no tener hijos, lo que abre una brecha entre los dos que se agrandará con el paso del tiempo.

Yerma busca consejo en otras mujeres y en su desesperación llega a participar en un ritual de santería. Ninguno de sus intentos fructifica y su obsesión por ser madre va en aumento. La anciana que encuentra en el campo le sugiere que tal vez el problema sea la falta de atracción por su marido, lo cual tiene arreglo. Pero Yerma, aunque desea un hijo, no quiere tenerlo a cualquier precio. Su honra no puede ser puesta en duda. Por eso, aunque se siente atraída por Víctor, no se plantea la infidelidad.

Al final, la ira acumulada durante los cinco años de matrimonio sale de la peor forma posible. Yerma tenía claro el desinterés de su marido en ser padre, pero él no lo había admitido de forma explícita hasta que discuten en la romería. Entonces Yerma estalla y el resultado es la muerte de Juan. Ella cumple en el matrimonio únicamente para ser madre. Sin la recompensa de los hijos no quiere seguir jugando el rol que a Juan le interesa, que es básicamente el de tener una mujer que usar a su conveniencia.

La muerte de su marido anula definitivamente la posibilidad de tener hijos, pues por un lado el homicidio tendría consecuencias para ella, y por otro, el matrimonio en segundas nupcias no era habitual en esos años. Por eso, al final de la obra, Yerma grita que ha matado a su hijo.

Juan

El marido de Yerma es labrador. Según las malas lenguas, la dificultad de tener hijos le viene de familia, por eso no se preocupa demasiado ante la falta de descendencia. Considera estéril dedicar tiempo a algo que no está en sus manos modificar. Esto abre una brecha en su matrimonio con Yerma, ya que para ella los hijos son la única razón de ser de la mujer y el fin último del matrimonio. Juan, en cambio, se conforma con lo que hay y trata de ver el lado positivo, como tener mayores comodidades o ahorros gracias a la falta de hijos en los que gastar.

Como marido, Juan es celoso y posesivo. No es que le moleste que su esposa hable con otros hombres (algo que estaba mal visto en general), sino que tampoco quiere que salga de casa. No fue honesto desde un principio, pues ocultó su posible esterilidad y la intención que le movía a casarse (tener compañía femenina).

Víctor

Un pastor del pueblo por quien Yerma se sintió atraída en su adolescencia. En las escenas que comparten se puede ver que la atracción por ambas partes sigue vigente, pero ella está casada y la infidelidad es una línea roja que no quiere cruzar. A menudo Víctor desata los celos de Juan, quien, para quitárselo de en medio, le compra sus dos rebaños, trato que posiblemente conlleve su salida del pueblo.

María

Es vecina. Su visita da pie a que Yerma nos ponga en antecedentes sobre su vida. Así, sabemos que lleva dos años y veinte días casada y que en ese tiempo ha intentado infructuosamente ser madre, al contrario del resto de mujeres de su quinta que, con mayor o menor dificultad, han ido quedando encintas. Tras ser madre, María, ya conocedora de la realidad de la maternidad, intenta que Yerma vea las cosas positivas de su vida, pero esta se niega a escucharla.

Vieja 1

Yerma se la encuentra en el campo un día que va a llevar la comida a su marido. Insiste en hablar con ella para entender la razón por la que no ha tenido hijos, pero la mujer evita la conversación, aunque desliza que tal vez sea un problema de atracción por Juan. Más adelante se encuentran en la romería y la anciana le propone fugarse con su hijo tras argumentar que su marido, por genética, es estéril. Mas Yerma es firme en sus convicciones y quiere mantener su honra impoluta. Así como rechazó la posibilidad de tener algo más con Víctor, rechaza la propuesta de la vieja.

Muchacha 2

También se encuentran en el campo. Odia la vida de casada y no entiende por qué hay que formalizar la relación («¿Qué necesidad tiene mi marido de ser mi marido? Porque lo mismo hacíamos de novios que ahora»). Se casó por imposición paterna y aún no ha tenido hijos, de lo que se congratula («De todos modos, tú y yo, con no tenerlos, vivimos más tranquilas»). Es hija de Dolores, una santera que vive en la parte alta del pueblo.

Dolores

Santera a la que Yerma recurre para estimular la procreación. La idea se le ocurre cuando la Muchacha 2 le dice que «mi madre no hace más que darme yerbajos para que los tenga [los hijos]». Yerma acude a un ritual en el cementerio con Dolores, la Vieja 1 y la Vieja 2, aunque en el fondo duda de su eficacia. Dolores, en cambio, cree firmemente que quedará en estado («Cuando te sientas encinta me traes la fanega de trigo que me has prometido»). Es en su casa donde Juan y sus hermanas sorprenden a Yerma tras pasar la noche buscándola por el pueblo.

Referencias

^ (1) Cesto de mimbre que se usa para guardar los aperos de costura.

^ (2) Las yuntas son parejas de bueyes unidas por un yugo utilizadas para arar los campos. Lo que Juan pregunta es si los labradores han empezado ya la jornada.

^ (3) Antaño los pañales eran trozos de tela que se reutilizaban.

Fuentes consultadas
  • Edición utilizada: García Lorca, F. (1984). Yerma. Poema Trágico. Alianza Editorial. https://archive.org/details/yermapoematrgi00garc
  • Ahora. (1 de Enero de 1935). Margarita Xirgú. Ahora, pág. 6.
  • Almagro Fernández, M. (30 de Diciembre de 1934). Las novedades teatrales de anoche. El Sol.
  • Almazán, P. (2 de Enero de 1935). Estreno de ‘Yerma’ en el Teatro Español. Ahora.
  • Araujo Costa, L. (31 de Diciembre de 1934). Estreno del poema trágico en tres actos, divididos en dos cuadros cada uno, en prosa y verso, de Federico García Lorca «Yerma». La Época, pág. 5.
  • B. A., E. (9 de Enero de 1935). ‘Yerma’ en el Español. Civdad.
  • Díaz-Canedo, E. (1931 de Diciembre de 1934). ‘Yerma’, el poema trágico de Federico García Lorca, obtuvo un extraordinario éxito en el Español. La Voz, pág. 3.
  • El Siglo Futuro. (31 de Diciembre de 1934). Español: ‘Yerma’. El Siglo Futuro, pág. 3.
  • El Teatro. (Enero de 1935). Revista de Estudios Hispánicos, págs. 66-69.
  • Farándula, J. (1 de Enero de 1935). Un resumen del año teatral. Madrid Ilustrado, pág. 5.
  • Un espectador de buena fe. (6 de Enero de 1935). ‘Yerma’, de Federico García Lorca. Crónica.
  • Haro, E. (30 de Diciembre de 1934). Éxito extraordinario en el Español del poema trágico ‘Yerma’, de García Lorca. La Libertad, pág. 7.
  • J. Sender, R. (5 de Enero de 1935). Sexta representación de ‘Yerma’. La Libertad, pág. 1.
  • López Izquierdo, R. (31 de Diciembre de 1934). El éxito de ‘Yerma’, de García Lorca, se circunscribió a un mínimo sector del público del Español. La Nación, pág. 11.
  • Marín Alcalde, A. (30 de Diciembre de 1934). Federico García Lorca y Margarita Xirgú alcanzaron un éxito clamoroso en el estreno del poema trágico ‘Yerma’. Ahora, pág. 41.
  • Muñiz, A. (31 de Diciembre de 1934). ‘Yerma’, el poema trágico de Federico García Lorca, admirablemente interpretado por Margarita Xirgú y su compañía, alcanzó en el Español un triunfo clamoroso . Heraldo de Madrid, pág. 4.
  • Pérez, P. (9 de Enero de 1935). Farsas y Farsantes. Mundo Gráfico.
  • Salado, J. L. (29 de Diciembre de 1934). En el ensayo general de «Yerma», la comedia de García Lorca, se congregaron, entre otros ilustres rostros rasurados, las tres barbas más insignes de España: las de Unamuno, Benavente y Valle Inclán. La Voz, pág. 3.
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