Rebelión en la granja (George Orwell)
Rebelión en la granja es una novela corta escrita por George Orwell y publicada en agosto de 1945. Se trata de una sátira del régimen soviético de la época que, al parecer, decepcionó al autor (que se consideraba socialista). En el prólogo a la novela, Orwell manifiesta que el manuscrito fue rechazado por cuatro editoriales antes de que Secker&Warburg se decidiera a publicarlo, lo cual tiene cierta lógica si consideramos que la II Guerra Mundial acabó en 1945 y que la URSS fue uno de los países que derrotaron al nazismo. Algunos editores no consideraron conveniente publicar una sátira que retrataba a Stalin como un cerdo.
En Rebelión en la granja Orwell recurre al antropomorfismo para catalogar los diferentes grupos que integran la sociedad, de forma que el lector pueda identificarlos fácilmente. Es la misma técnica que años después usó Art Spiegelman en Maus, aunque con un formato diferente.
Rebelión en la granja. ¿De qué trata? Resumen corto y por capítulos
Los animales de la Granja Manor, hartos del trato dispensado por su amo, el señor Jones, se rebelan y toman el control de la granja expulsando de ella a los humanos. En adelante no será más la Granja Manor, sino la Granja Animal, que se regirá bajo el lema: «¡Cuatro patas, sí, dos pies, no!». Los animales están felices de haberse liberado, al fin, del yugo insoportable del humano.
Sin embargo, la armonía dura poco. Los cerdos asumen el mando. Las diferencias irreconciliables entre sus dos cabecillas, Napoleón y Snowball, se resuelven con la expulsión de la granja del último, sobre el que recaerá además una intensa campaña de descrédito. Para echar a Snowball Napoleón se apoya en los perros, que asumen la función de un cuerpo policial que sólo le rinde cuentas a él. Esto le sirve para someter a todos los animales (también a los cerdos), de modo que nadie pueda cuestionar su liderazgo.
Con el paso del tiempo, una brecha cada vez más profunda separa a cerdos y perros del resto de animales, considerados inferiores. Los últimos son obligados a trabajar hasta la extenuación a cambio de una cada vez más reducida ración de comida, llegando a vivir en peores condiciones que en los tiempos de Jones. Pero Squealer es un hábil propagandista que una y otra vez les convence de lo contrario. Son libres, dueños de la granja y viven como jamás hubieran soñado. Todo gracias a los desvelos de Napoleón, «el Líder».
Poco a poco se vuelve a los orígenes. En tanto que los cerdos son superiores al resto de animales, estos deben cederles el paso si se cruzan. La Granja Animal retoma el comercio con los humanos y Napoleón estrecha relaciones con el resto de granjeros. La granja se constituye en República -tergiversando el anhelo de su líder espiritual, el Viejo Mayor– para acabar siendo una cooperativa cuyo accionariado se compone exclusivamente de cerdos que confían sus acciones a Napoleón.
Finalmente se produce el hermanamiento de la Granja Animal, que otra vez se llama Granja Manor, con las demás granjas del entorno. Para entonces los cerdos ya han adoptado las costumbres humanas y son indistinguibles de los hombres.
Capítulo 1
Los animales de la Granja Manor se reunieron para escuchar al Viejo Mayor. El Viejo Mayor era un verraco[1] de doce años al que el resto de los animales tenía en gran estima. Sintiéndose ya en las últimas quiso dirigirse a sus convecinos porque, además, había tenido un sueño que quería compartir con ellos. Así que esa noche, cuando el señor Jones, el granjero, se retiró a dormir, todos se dirigieron al granjero principal.
En su discurso, el Viejo Mayor habló de las condiciones de vida de los animales, que sólo existían en tanto eran de provecho para el Hombre. Trabajaban desde pequeños a cambio de la comida justa para mantenerse en pie, y cuando ya no podían aportar más eran sacrificados. No había un momento en sus vidas en que no fueran explotados por los Hombres. El ser humano -denunció- era el único culpable de la miseria que les afligía.
El Viejo Mayor cerró el mitin hablándoles del sueño que tuvo la noche antes, donde vio un mundo nuevo libre de la tiranía del Hombre. Y eso le recordó tiempos lejanos, cuando, siendo un lechón, en la pocilga escuchaba a su madre y a las demás cerdas entonar un cántico que, hasta la noche del sueño, él había olvidado. Era consciente de que no vería la República Animal (cuando todas las granjas fuesen controladas por animales), pero estaba firmemente convencido de que, en algún momento, se produciría la revolución que la haría posible.
Enseñó el canto al resto de animales, y desde esa misma noche se convirtió en el himno de todos los animales de la granja.
Bestias de Inglaterra
¡Bestias de Inglaterra, bestias de Irlanda!
¡Bestias de toda tierra y clima!
¡Oíd mis gozosas nuevas
que cantan un futuro feliz!
Tarde o temprano llegará la hora
en la que la tiranía del Hombre sea derrocada
y las ubérrimas praderas de Inglaterra
tan sólo por animales sean holladas.
De nuestros hocicos serán proscritas las argollas,
de nuestros lomos desaparecerán los arneses.
Bocados y espuelas serán presas de la herrumbre
y nunca más crueles látigos harán oír su restallar.
Más ricos que la mente imaginar pudiera,
el trigo, la cebada, la avena, el heno,
el trébol, la alfalfa y la remolacha
serán sólo nuestros el día señalado.
Radiantes lucirán los prados de Inglaterra
y más puras las aguas manarán;
más suave soplará la brisa
el día que brille nuestra libertad.
Por ese día todos debemos trabajar
aunque hayamos de morir sin verlo.
Caballos y vacas, gansos y pavos,
¡todos deben, unidos, por la libertad luchar!
¡Bestias de Inglaterra, bestias de Irlanda!
¡Bestias de todo país y clima!
¡Oíd mis gozosas nuevas
que cantan un futuro feliz!
Los animales ensayaron la canción hasta que fueron capaces de cantarla sin errores, cada uno a su modo, claro. El himno resonó en el granero principal cinco veces y despertó al señor Jones, que, pensando que el escándalo era obra de ladrones, disolvió la reunión a perdigonazos.
Capítulo 2
El Viejo Mayor falleció tres días después del mitin, a principios de marzo. Pero sus palabras no cayeron en saco roto. De hecho, el siguiente trimestre hubo una intensa actividad clandestina en la granja promovida por los cerdos, que se preparaban para la futura rebelión. Entre ellos destacaban tres: Napoleón, Snowball y Squealer.
Basándose en las enseñanzas del Viejo Mayor, Napoleón y Snowball crearon el Animalismo, una ideología que se resumía en siete puntos:
Los 7 Mandamientos del Animalismo
- Todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo.
- Todo lo que camina sobre cuatro patas, o tenga alas, es un amigo.
- Ningún animal usará ropa.
- Ningún animal dormirá en una cama.
- Ningún animal beberá alcohol.
- Ningún animal matará a otro animal.
- Todos los animales son iguales.
Obviamente, el punto siete no se refería a que todos los animales eran exactamente iguales, sino a que eran iguales en derechos, independientemente de su sexo o fisonomía.
Los cerdos difundieron las ideas del Animalismo entre los demás animales. Aprovechaban sobre todo las reuniones nocturnas que se organizaban en el granero cuando el señor Jones se iba a dormir. Aclaraban dudas y refutaban argumentos porque no todos los animales veían clara la necesidad de organizarse ni de rebelarse contra el orden establecido.
Algunos animales apelaban al principio de lealtad al amo, argumentando que el señor Jones les daba de comer (hay un refrán que resume esto, «no muerdas la mano que te da de comer»). No se daban cuenta de que era al revés: Ellos mantenían al señor Jones con su trabajo y su producción. Sin los animales, la Granja Manor no habría prosperado.
Otros animales preguntaban por qué debía importarles algo que probablemente sucedería cuando ya estuvieran muertos. O, en el mejor de los casos, si la Rebelión se produciría de todos modos, ¿qué importaba si se preparaban para ella o no? Si de todas formas iba a ocurrir, ya verían qué hacer cuando llegara el momento.
Los cerdos gastaron mucha energía en este punto. Si algo ocurre cuando ya te has muerto, al menos te preocupaste de que las siguientes generaciones puedan optar a algo mejor. Y si las cosas ocurren inevitablemente, prepárate para gestionarlas porque algo tendrás que hacer con ellas.
Mollie (la yegua que tiraba del coche del señor Jones) preguntaba si podría seguir comiendo azúcar o usar cintas de adorno. No eran cosas necesarias , pero no quería prescindir de ellas. Snowball le explicó que las cintas eran un símbolo de esclavitud, y que, aunque la granja no producía azúcar, sí proporcionaba la avena y el heno necesarios para su correcta alimentación.
Sin embargo, el mayor quebradero de cabeza lo dio Moses, el cuervo amaestrado del señor Jones, que difundía entre los animales la existencia de un lugar llamado Monte Azúcar donde iban todos después de muertos. En Monte Azúcar siempre era domingo y había azúcar y tortas de linaza a discreción. Ir allí era el premio por sobrellevar dignamente una vida de sacrificios. Y muchos animales creían en su existencia, era difícil convencerlos de que tal sitio sólo existía en la imaginación de Moses.
Boxer y Clover, los caballos de tiro[2] de la granja, ayudaron a los cerdos transmitiendo las ideas del Animalismo en un lenguaje llano y más sencillo de entender. Y en estas estaban cuando llegó la noche de San Juan y sucedió lo inevitable: Los animales se rebelaron. Pero ¿cuál fue el punto de inflexión?
El señor Jones gestionó hábilmente la Granja Manor hasta que un pleito le hizo perder buena parte su capital. En vez de sobreponerse al golpe, se dio a la bebida y descuidó sus obligaciones. Los empleados imitaron la conducta del patrón y bajaron su rendimiento. Total, que la granja estaba semiabandonada.
La noche de San Juan el señor Jones se fue a El León Colorado (una taberna) y cogió tal borrachera que no volvió a la granja hasta el domingo a mediodía. El domingo a primera hora los empleados ordeñaron a las vacas y se fueron a cazar sin dar de comer a los animales. Y el señor Jones, según llegó, se fue a dormir. Al anochecer los animales seguían sin comer, y esa fue la gota que colmó el vaso.
Los animales, hartos, se dirigieron al depósito de forrajes[3]. Una de las vacas rompió la puerta y entraron todos en tropel. El ruido alertó al señor Jones, que acudió de inmediato junto a sus empleados. Los hombres iban provistos de látigos, pero los animales se abalanzaron sobre ellos con tal agresividad que los cinco hombres huyeron despavoridos dejando sola en la casa a la señora Jones, que abandonó el lugar por su cuenta.
Sin haberlo planeado, los animales de pronto se vieron libres de la tutela del Hombre. Quemaron todos los objetos que simbolizaban la dominación humana sobre ellos (cadenas, argollas…). Luego disfrutaron de un gran festín en el depósito de forrajes, y tras cantar siete veces Bestias de Inglaterra se retiraron a dormir.
Al amanecer del día siguiente inspeccionaron la casa de Jones, que acordaron conservar como museo. Snowball cambió el nombre de la Granja Manor por el de Granja Animal y escribió los 7 Mandamientos del Animalismo en la pared trasera del granero. Los cerdos ordeñaron a las vacas y los animales marcharon a cosechar el heno. Pero al regresar del trabajo descubrieron que la leche había desaparecido.
Capítulo 3
Durante el trimestre previo a la Rebelión, los cerdos aprendieron a leer y escribir utilizando libros desechados por los hijos de Jones. Tras la revuelta asumieron roles de liderazgo, gestionando y supervisando a los demás. Designaron el guadarnés[4] como su cuartel general, pues necesitaban un sitio para reunirse y estudiar los oficios necesarios para administrar la granja con éxito.
El resto de los animales sacó adelante el trabajo de la granja, a pesar de que -por motivos obvios- no podían usar herramientas humanas. Recolectaron con éxito el heno y el maíz (siempre bajo supervisión porcina), y al final del verano la granja era más próspera que en tiempos de Jones.
Los animales experimentaron una mejora en su calidad de vida, con más comida y tiempo libre. En general, eran más felices. La distribución equitativa de alimentos eliminaba las envidias, robos y peleas, y la mayoría arrimaba el hombro en función de su capacidad. Entre todos destacaba Boxer, que hacía el trabajo más duro y, además, se levantaba media hora antes para ayudar en otros quehaceres.
Los domingos desayunaban más tarde y luego izaban la bandera y celebraban la Reunión semanal en el granero. Los cerdos siempre llevaban la voz cantante, especialmente Snowball y Napoleón, aunque estos dos nunca estaban de acuerdo en nada. Al finalizar, cantaban Bestias de Inglaterra y el resto del día lo tenían libre.
A Snowball le dio por la sectorialización y creó varios Comités de Animales que fueron un fracaso. Tuvo más éxito con las clases de lectura y escritura, aunque no logró alfabetizar a todos los animales. La cabra Muriel y el burro Benjamín leían bastante bien. Los perros también, aunque sólo leían los mandamientos. Clover aprendió el abecedario, pero no sabía unir las palabras. Y Boxer era incapaz de aprender más de cuatro letras. Mollie aprendió lo justo para escribir su nombre.
A excepción de los cerdos, ningún animal fue capaz de memorizar los mandamientos, así que Snowball decidió resumirlos en un eslogan: «¡Cuatro patas, sí, dos pies, no!». Y acertó, porque todos lo aprendieron y algunos, como las ovejas, lo repetían durante horas. Las aves no estaban de acuerdo porque ellas tenían dos patas. Pero Snowball explicó que las alas se consideraban patas por ser elementos de propulsión para volar.
Napoleón no compartía las ansias educativas de Snowball. Él consideraba una pérdida de tiempo alfabetizar a la población adulta y pensaba que debían centrarse en educar a las nuevas generaciones. Además, estaba ocupado con otros asuntos. En esos días secuestró a los nueve cachorros que Jessie y Bluebell -las perras de la granja- habían parido. La excusa era educarlos, pero en realidad los encerró en el desván del guadarnés hasta que el resto de la granja olvidó su existencia.
Un día se supo que la leche desaparecida se mezclaba con la comida de los cerdos, que además reservaron la cosecha de manzanas para su consumo exclusivo. Esto provocó suspicacias, ya que contradecía el principio de igualdad. Squealer salió al paso de los rumores argumentando que la leche y las manzanas eran necesarias para preservar la salud de los cerdos, que tenían mayor desgaste al trabajar con el cerebro. Como la gestión de la granja dependía de ellos, se sacrificaban tomándolos por el bien de los demás. Si los cerdos no rendían, Jones volvería. Y nadie quería eso, ¿no?
Como buen populista, Squealer sabía qué teclas tocar para provocar la reacción favorable del resto. Si algo tenían claro los animales es que bajo ningún concepto querían la vuelta de Jones. Y si para evitarlo tenían que ceder la producción de leche y manzanas a los cerdos, no había más que hablar. Suya era.
Capítulo 4
A diario, bandadas de palomas partían de la Granja Animal hacia otras granjas para difundir entre los animales la Rebelión en la Granja Manor (como la seguían llamando los humanos) y enseñarles la letra de Bestias de Inglaterra, así que al final del verano todo el condado sabía que Jones (que seguía emborrachándose en El León Colorado) fue expulsado de sus dominios por sus propios animales.
Los más preocupados eran Pilkington y Frederick, propietarios de las granjas vecinas Foxwood y Pinchfield. Entre ellos se llevaban mal, pero ambos temían que el espíritu revolucionario contagiase a sus animales y trataron de evitarlo difundiendo bulos, aunque sin éxito. La historia de los animales que se habían liberado del yugo humano caló hondo, y animales hasta entonces dóciles se volvieron rebeldes. Bestias de Inglaterra se oía por doquier, y aunque los Hombres denostaban el himno, en realidad escucharlo les infundía temor.
El cuatro de octubre, Jones, sus empleados y media docena de hombres de Foxwood y Pinchfield intentaron recuperar la granja, pero los animales, dirigidos por Snowball[5] estaban preparados. Aunque al principio parecía que los humanos tenían ventaja, Snowball ordenó la retirada para atraerlos al patio, donde lanzaron un contraataque sorpresivo.
La Batalla del Establo de las Vacas duró cinco minutos. Los hombres huyeron despavoridos, dejando una víctima -una oveja muerta por los disparos de Jones- y un herido leve, Snowball. Ambos fueron condecorados como Héroe Animal de Primer Grado (Snowball) y de Segundo Grado (la oveja). Requisaron la escopeta de Jones y la pusieron junto al mástil de la bandera. Se dispararía dos veces al año, en los aniversarios de la Rebelión y de la Batalla del Establo de las Vacas.
Capítulo 5
Mollie desertó. Fue avistada por las palomas días después en Willingdon, donde tiraba de un elegante coche rojo y negro. Nadie volvió a mencionarla en la Granja Animal.
En realidad, en la granja había otros problemas más acuciantes que una desertora. Las diferencias entre Napoleón y Snowball cada vez eran mayores y arrastraban al resto de animales. Se centraban en dos puntos:
- La granja estaba atrasada tecnológicamente, y Snowball abogaba por construir infraestructuras y crear sistemas que agilizasen el trabajo. Consideraba primordial tener electricidad, y para generarla propuso la construcción de un molino de viento. La electricidad traería comodidad para los animales (por ejemplo, podrían calentar sus aposentos), que trabajarían menos gracias al uso de herramientas eléctricas. Con el molino, la semana laboral sería de tres días.
- La defensa de la granja[6]. Napoleón era partidario de armar a los animales, mientras que Snowball prefería incrementar las bandadas de palomas que instigasen la rebelión en otras granjas. Los demás animales eran ecuánimes aquí porque no entendían el debate.
Napoleón se opuso al molino de viento argumentando que lo prioritario era el abastecimiento. Si todos trabajaban en la construcción del molino, nadie atendería las cosechas y morirían de hambre. Pero no tenía ninguna propuesta mejor que la de Snowball, así que cuando éste iba a someter el proyecto a votación en la Reunión, a Napoleón no le quedó otra que recurrir a las malas artes.
Las ovejas se encargaron de balar incesantemente «¡Cuatro patas, sí, dos pies, no!» cada vez que Snowball tomaba la palabra. Pero aún así logró convencer a la mayoría. Cuando iban a votar, Napoleón emitió un chillido agudo y estridente. A su llamada, nueve perros enormes salieron de la nada y se abalanzaron sobre Snowball, que tuvo el tiempo justo de esquivarles y salir corriendo. Le persiguieron por toda la granja, hasta que pudo escapar por un agujero del seto[7].
Los perros eran los cachorros que en su día Napoleón robó a Jessie y Bluebell. Rodeado de ellos, consumó el golpe: Abolió las reuniones. En adelante, las decisiones las tomaría una comisión especial de cerdos presidida por él. Los domingos izarían la bandera, cantarían el himno y recibirían las órdenes semanales. Salvo cuatro cerdos[8] (que fueron silenciados de inmediato por los perros), nadie protestó. Las ovejas empezaron a balar el manido «¡Cuatro patas, sí, dos pies, no!», y un cuarto de hora después se dio por finalizada la Reunión.
La maquinaria de propaganda se puso en marcha. Squealer explicó que Napoleón no era un golpista, sino un sacrificado cerdo que asumía el poder para evitar que las malas decisiones de sus camaradas arruinasen el porvenir de la granja. Habían estado a punto de apoyar a Snowball, un traidor y un manipulador que exageró su participación en la Batalla del Establo de las Vacas. Era el inicio de una intensa campaña de descrédito contra Snowball.
A instancias del nuevo caudillo, el cráneo del Viejo Mayor fue desenterrado y colocado sobre un poste al pie del mástil de la bandera[9] junto a la escopeta de Jones. Cada domingo, los animales desfilaban frente a él antes de entrar al granero para recibir las órdenes semanales.
Tres semanas después de la expulsión de Snowball se anunció que el molino de viento se construiría, pero no en un año, sino en dos, y ello conllevaría sacrificios. Trabajarían muy duro y quizá tendrían que reducir sus raciones. La nueva realidad propagada por Squealer decía que la construcción del molino fue idea de Napoleón, pero Snowball se la apropió. Napoleón sólo se opuso a la construcción para deshacerse de Snowball, «sujeto peligroso y de nociva influencia». Con Snowball fuera de circulación, era el momento de ponerse manos a la obra.
Capítulo 6
Los animales pasaron el verano acumulando piedra para la construcción del molino. Como también tenían que atender las labores de la granja, su jornada laboral se incrementó. Trabajaban sesenta horas semanales y perdieron el descanso dominical (si alguien quería descansar, podía hacerlo, pero su ración de comida se reducía a la mitad).
Pese a su empeño no llegaron a todo y la cosecha fue inferior a la del año anterior. Las raciones mermaron, pero no hubo quejas porque, en el peor de los casos, no comían menos que con Jones. Sin embargo, el problema de escasez no se reducía a la cosecha. Las reservas de Jones se agotaban y era necesario reabastecerse de productos que ellos no podían producir.
La solución estaba clara, había que reactivar el comercio con el exterior. Venderían parte de las cosechas de trigo y heno para reabastecerse y comprar la maquinaria del molino. Si más adelante necesitaban liquidez, venderían también los huevos de las gallinas. Los tratos se harían por medio de Whymper, un comisionista que trataría cada lunes con Napoleón.
A los animales esto no les gustó. El día de la Rebelión acordaron no tener trato con humanos, ni comerciar con ellos, ni usar dinero. Pero tal acuerdo no estaba por escrito, y Squealer les convenció de que era una mentira difundida por Snowball. Los cuatro cerdos que protestaron por la abolición de la Reunión semanal intentaron hablar, pero los perros volvieron a callarlos.
Entre tanto, los cerdos se instalaron en la antigua casa de los Jones y hacían vida casi humana: comían en la cocina, descansaban en el salón y dormían en camas. Clover recordó que el cuarto mandamiento decía algo sobre eso y pidió a Muriel que se lo leyera. Rezaba así: «Ningún animal dormirá en una cama con sábanas».
A finales de octubre quedaba poco para terminar la construcción del molino. Pero con noviembre llegó el viento. Una noche sopló tan fuerte que sacudió los edificios de la granja y arrancó varias tejas del granero. La deficiente construcción del molino no aguantó las ráfagas endiabladas y se fue a tierra. Cuando se levantaron al día siguiente, donde estuvo la estructura casi acabada de un molino sólo quedaban escombros.
Napoleón acusó a Snowball de destruir el molino durante la noche. Le sentenció a muerte y ofreció una recompensa al animal que lo devolviese a la granja, vivo o muerto.
Capítulo 7
Los problemas se sucedían en la granja animal. La reconstrucción del molino iba lenta, pues necesitaban más piedra para los muros (que serían el doble de gruesos), la cantera estaba congelada y los animales no estaban en buenas condiciones físicas ni mentales. Trabajaban mucho, descansaban poco, el frío les calaba los huesos y, para rematar la faena, empezaron a pasar hambre.
Las existencias de heno y maíz quedaron mermadas tras vender parte de lo recolectado, y además perdieron la cosecha de patatas por las heladas. La mayor parte de los días los animales sólo comían paja y remolacha. Como no podían autoabastecerse, la solución pasaba por comprar comida al exterior. Pero necesitaban dinero para eso, así que, como medida urgente, las gallinas aportarían 400 huevos semanales para vender mientras Whymper buscaba comprador para la madera de haya que tenían almacenada en el patio.
Con la atención de los humanos puesta sobre la Granja Animal, admitir la carencia de alimentos era dar alas a los comentarios que corrían sobre su pésima gestión, así que Napoleón ideó un lavado de cara cuyo propagador en el exterior sería Whymper.
El plan era el siguiente: Llenarían los comederos de arena y los cubrirían con restos de cereales y forraje. Buscarían algún pretexto para que Whymper los viera. Además, unas cuantas ovejas charlarían entre ellas del aumento de las raciones cuando el comisionista estuviera cerca. Al volver al pueblo, Whymper sin duda contaría lo que había visto y oído en la granja, acallando así cualquier rumor.
Pero la propaganda no borra la realidad, sólo la oculta. En el interior de la granja las gallinas se rebelaron contra la orden de vender sus huevos. Para evitar que se los quitasen los ponían en los montantes, de modo que caían al suelo y se rompían. Napoleón reaccionó quitándoles la comida y prohibiendo al resto que les diese de comer so pena de muerte. Nueve gallinas murieron durante las protestas. Las demás volvieron al nido cinco días después y entregaron puntualmente los primeros cuatrocientos huevos para vender.
Mientras, Napoleón (que apenas salía de la casa) negociaba la venta de la madera. Tanto Frederick como Pilkington estaban interesados en comprar, pero pasaba algo curioso: Cuando Napoleón parecía decidirse por uno, saltaba el rumor de que Snowball estaba escondido en su granja.
La realidad es que nadie sabía dónde estaba Snowball ni qué había sido de su vida. Pero esto a los cerdos les venía muy bien para justificar sus errores y los problemas diarios. Cuando faltaba algo o se rompía algo o se perdía algo, invariablemente había sido Snowball. Machacaron tanto con Snowball que los animales acabaron viéndolo como un ente diabólico capaz de lo peor.
Pero la campaña de descrédito no se quedó ahí. Los cerdos también reescribieron el papel que jugó Snowball en la Batalla del Establo de las Vacas. De conducir a los animales a la victoria, resultar herido y ser condecorado por ello, Snowball pasó a ser un agente de Jones que había luchado a favor de los humanos. Esto costó más que los animales lo creyeran porque la batalla aún era reciente. Boxer incluso intentó defender a Snowball. Pero la advertencia de Squealer fue clara: Sabían que Snowball tenía agentes infiltrados en la granja.
Y desde luego, Squealer no hablaba por hablar. Cuatro días después se ordenó que todos los animales acudieran al patio. Napoleón hizo acto de presencia rodeado de los perros y portando dos medallas: Héroe Animal de Primer Grado y Héroe Animal de Segundo Grado. Los demás animales tomaron asiento, temerosos, aunque no tenían claro de qué.
Lo que pasó después no lo olvidarían en mucho tiempo. Frente a Napoleón pasaron los cuatro cerdos que habían protestado en anteriores ocasiones; las tres gallinas que habían alentado a las otras a rebelarse cuando se ordenó vender sus huevos; un ganso que confesó haber robado seis espigas de maíz de la cosecha del año anterior; una oveja que se meó en un bebedero, dos ovejas que se autoinculparon de matar a un carnero afecto a Napoleón… y un buen número de animales más. Todos confesaron haber cometido sus fechorías siguiendo órdenes de Snowball. Cuando confesaban, los perros daban cuenta de ellos[10]. Al cabo de unas horas, a los pies de Napoleón había un gran montón de cadáveres.
Boxer también tendría que haber formado parte del montón, pues se atrevió a defender a Snowball frente a Squealer. De hecho, al inicio de la reunión tres perros se abalanzaron sobre él. Pero Boxer era el animal más fuerte de la granja y pudo noquear sin problemas a uno de los canes, espantando a los otros dos. Lo habría matado sin mayor problema, pero Napoleón le ordenó soltarlo.
Los animales abandonaron el granero impactados, sin poder creer lo que habían visto. Marcharon hacia la zona del molino y se recostaron juntos, en silencio. Boxer, cuyos reflejos le habían salvado de la muerte (aunque él no era consciente) permaneció de pie. No entendía lo que acababa de pasar, pero, como siempre, encontró refugio en el trabajo. «La solución, como yo la veo, es trabajar más. Desde ahora me levantaré una hora más temprano todas las mañanas». Y dicho esto, se fue a la cantera a buscar piedras para el molino.
El resto siguió sin moverse. Al cabo de un rato entonaron Bestias de Inglaterra. La cantaron tres veces antes de que Squealer, acompañado por dos perros, les anunciara que, por orden de Napoleón, quedaba prohibido volver a cantarla. Era el himno de la Rebelión, y la Rebelión había terminado tras la ejecución de los elementos subversivos aquella tarde. En lugar de Bestias de Inglaterra, en adelante cantarían una tonada compuesta por Mínimus, un cerdo poeta que en ocasiones acompañaba a Napoleón.
Granja Animal, Granja Animal,
¡Nunca por mí tendrás ningún mal!
Capítulo 8
Unos días después de las ejecuciones, cuando a los animales se les empezaba a pasar un poco el susto, algunos se acordaron de que el sexto mandamiento decía que ningún animal mataría a otro animal. Para corroborarlo, Clover pidió a Muriel (porque Benjamín, como de costumbre, se negó a hacerlo) que le leyera el sexto mandamiento. Decía así: «Ningún animal matará a otro animal sin motivo». Otra vez olvidaron las dos últimas palabras de un mandamiento, qué cabeza la suya. Pero ahora, releyéndolo, estaba claro que los cerdos no se extralimitaron, porque motivos y de sobra había para las ejecuciones.
El trabajo de reconstrucción del molino de viento seguía adelante. Debía estar terminado en la fecha asignada por Napoleón, pero las paredes, al ser más gruesas, precisaban más trabajo, y además del molino tenían que sacar adelante la faena diaria de la granja. La sensación general entre los animales trabajadores (los cerdos sólo gestionaban y los perros no trabajaban) era que cada vez faenaban más, y que, por primera vez desde la Rebelión, comían peor que en los tiempos de Jones.
Napoleón estaba muy ocupado gestionando la venta de la madera y se dejaba ver poco. Un par de veces por mes se le podía ver por la granja rodeado de su escolta canina y precedido por un gallo negro. Cuando «El Líder» iba a hablar, el gallo cacareaba para que los presentes guardaran silencio. Por esos días se anunció que la escopeta, que se disparaba en los aniversarios de la Rebelión y de la Batalla del Establo de las Vacas, se dispararía también el día del cumpleaños del líder.
En realidad, Napoleón marcaba distancias porque temía que atentasen contra él. Tres gallinas fueron ejecutadas por planear (junto a Snowball, cómo no) acabar con su vida. Tampoco se fiaba de los cerdos, así que en la casa ocupaba habitaciones separadas e incluso comía solo, atendido por dos escoltas caninos. La comida la probaba antes un joven cerdo llamado Pinkeye para descartar que estuviese envenenada.
Las relaciones entre la Granja Animal y Foxwood parecían estrecharse, y con toda probabilidad la madera sería vendida a Pilkington, con quien negociaban a través de Whymper. Dentro de lo malo, los animales preferían a Pilkington antes que a Frederick, quien trataba a sus animales peor de lo que Jones les había tratado a ellos. Además, se rumoreaba que quería invadir la Granja Animal.
Snowball seguía haciendo de las suyas, boicoteando la cosecha en sus visitas nocturnas. Se descubrió también que no tuvo ningún papel relevante en la Batalla del Establo de las Vacas y que eso de la condecoración fue una historia que él mismo se inventó. Una vez más, Squealer logró manipular los recuerdos de los animales.
Por fin, en otoño se terminó la construcción del molino de viento, que fue llamado Molino Napoleón en honor del «Líder». Y días después se anunció que, en contra de lo prometido, la madera fue vendida a Frederick. Napoleón jugó a dos bandas, fingiendo amistad con Pilkington mientras negociaba con Frederick, quien consintió pagar doce libras más por la mercancía. Por supuesto, Frederick pasó a ser un granjero ideal. Los rumores de maltrato a los animales seguramente fueron propagados por Snowball, que ahora resultaba ser un agente de Pilkington.
Cuando los hombres de Frederick se llevaron la madera, Napoleón exhibió en el granero principal el dinero recaudado. Pero Frederick fue más listo que Napoleón, y tres días más tarde Whymper descubrió que el dinero era falso. El cabreo del «Líder» fue tremendo. Dictó sentencia de muerte para Frederick, que debía ser capturado y escaldado vivo, y previno a los animales sobre otra invasión humana. Al mismo tiempo envió a las palomas a Foxwood, en un intento desesperado de contar con la ayuda de Pilkington.
Pero Pilkington, molesto por el asunto de la madera, no quiso saber nada cuando, al día siguiente, Frederick y otros quince hombres entraron en la Granja Animal. Esta vez los animales tenían un gran problema, porque, a pesar de prever el ataque, carecían de estrategia. Napoleón no era Snowball, desde luego, y Frederick y sus huestes tardaron cinco minutos en hacerse con el control de la granja.
Los hombres volaron el molino de viento con dinamita. Los animales no se lo creían. Su trabajo de dos años había sido reducido a fosfatina. Tanto padecer, para nada. Y eso les encolerizó sobremanera. Sin esperar órdenes e indolentes ante las balas, se abalanzaron sobre los humanos y no pararon hasta que los hombres huyeron de la granja. Varios animales dejaron su vida en el empeño y otros muchos resultaron heridos.
La victoria en la Batalla del Molino se celebró durante dos días por todo lo alto. Napoleón creó una condecoración -la Orden del Estandarte Verde- que se impuso a sí mismo por hacer… nada durante la invasión humana. Los animales, como premio, recibieron una manzana (las aves dos onzas de maíz y los perros tres bizcochos). El molino se había perdido, pero lo levantarían otra vez. Y además, con todo el jaleo se olvidó el asunto del dinero falso. A fin de cuentas, las cosas no habían ido tan mal.
Días después, los cerdos encontraron una caja de whisky en el sótano de la casa y experimentaron su primera borrachera. Como nunca habían bebido no sabían lo que era una resaca, así que la mañana siguiente al descubrimiento Squealer anunció, pesaroso, que Napoleón se estaba muriendo. Pero «el Líder» se recuperó. Mandó a Whymper a comprar manuales sobre fermentación y destilación de bebidas y ordenó que el campo destinado al descanso de los animales jubilados se dedicara al cultivo de cebada.
Algunas noches después de la casi muerte y resurrección de Napoleón, los animales escucharon un fuerte ruido en el patio. Cuando acudieron al lugar encontraron a Squealer tirado en el suelo de la pared de los Mandamientos, junto a una escalera rota y un bote de pintura blanca derramado. Los perros le escoltaron de inmediato y pudo retirarse. Nadie, excepto Benjamín, se dio cuenta de lo que pasaba. Ni siquiera Muriel, que al cabo de unos días se dio cuenta de que, contrario a lo que todos pensaban, el quinto mandamiento rezaba así: «Ningún animal beberá alcohol en exceso».
Capítulo 9
Boxer quedó herido en la Batalla del Molino. Las heridas tardaron en sanar, pero él, que rondaba ya los doce años, trabajaba sin descanso para que la jubilación le pillase con el molino adelantado. Benjamín y Clover intentaban que tomara las cosas con más calma, pero Boxer, inasequible al desaliento, siguió fiel a su máxima de «trabajaré más fuerte».
Cuando Snowball y Napoleón discutieron el asunto de las jubilaciones fijaron una edad distinta para cada grupo de animales.
- Vacas: 14 años.
- Caballos y cerdos: 12 años.
- Perros: 9 años.
- Ovejas: 7 años.
- Gallinas y gansos: 5 años.
Según lo acordado, a Boxer le correspondía una pensión de cinco libras de maíz diarias. En invierno recibiría quince libras de heno, además de una zanahoria o una manzana los días festivos. Ahora que el campo de retiro estaba destinado a cosechar cebada, se rumoreaba que los animales jubilados usarían parte de la pradera larga.
Pero eso llegaría el verano siguiente, y lo que tocaba ahora era trabajar y aguantar las cada vez más penosas condiciones de la granja. El invierno fue muy duro, los animales estaban cansados y la comida volvió a escasear, de modo que se redujeron las raciones de todos, a excepción de cerdos y perros. Naturalmente, Squealer tenía una explicación para esto: «Una igualdad demasiado rígida en las raciones sería contraria al espíritu del Animalismo». Además, se quejaban por vicio, pues la granja iba mejor que nunca.
Cada posible queja de los animales era contestada con un contundente discurso de Squealer. Había más comida que en los tiempos de Jones, la esperanza de vida y la tasa de supervivencia en los cachorros era mayor, trabajaban menos horas, bebían agua más pura y sus pesebres tenía más paja y menos pulgas. Todo esto rematado por una larga lista de cifras de producción y la amenaza perenne de la vuelta de Jones.
Lo cierto es que los animales no recordaban ya los tiempos de Jones. Pero antes eran esclavos del hombre y ahora eran libres (o eso les decía Squealer), y eso compensaba el hambre, el frío, las jornadas de trabajo interminables y cualquier otro inconveniente. Incluso el ser tratados como animales de tercera. Porque tras los cerdos iban los perros, imprescindibles para mantener el orden.
Napoleón fue padre de treinta y un cochinos a los que mantuvo lejos de los otros cachorros de la granja. En ese tiempo se introdujo una nueva regla: Si un cerdo se cruzaba con otro animal, este último debía apartarse a un lado. Además, los cerdos podrían adornar su cola los domingos con una cinta verde.
Ahora debían hacer frente a nuevos gastos, pues «el Líder» anunció la creación de una escuela y debían reponer varias cosas, además de afrontar la compra de la maquinaria para el molino. Se vendió parte de la cosecha y la partida semanal de huevos aumentó a 600. En diciembre y febrero se rebajaron las raciones de todos los animales a excepción, una vez más, de los cerdos y los perros. Los cerdos se reservaron la cosecha de cebada, que usaron para producir cerveza. Cada uno de ellos recibía una pinta diaria, menos Napoleón, a quien se servía medio galón en una sopera.
Se introdujeron desfiles semanales que en sí no eran más que una medida propagandística, pero que los animales acogieron con entusiasmo. Formar parte del desfile les hacía creer que también esa granja era suya y que el hambre permanente en su estómago era el precio que había que pagar para que todos estuvieran mejor.
La Granja Animal se proclamó República y Napoleón fue elegido presidente el mismo día que se conocieron los últimos detalles acerca de la participación de Snowball en la Batalla del Establo de las Vacas. Snowball peleó junto a Jones, y sus fueron provocadas por un mordisco de Napoleón. A esas alturas podría haber dicho que Snowball era una serpiente y los demás lo habrían creído.
En verano volvió un antiguo habitante de la granja: Moses, el cuervo predicador, a quien los cerdos acogieron obsequiándole con una ración diaria de cerveza. Y ese mismo verano en el que Boxer cumpliría doce años ocurrió lo peor. Mientras arrastraba unas piedras para la construcción del molino cayó al suelo y ya apenas pudo moverse. Lo llevaron al establo y lo cuidaron durante dos días. El tercer día, mientras los demás animales trabajaban, llegó el carro del descuartizador para llevárselo.
Sólo Benjamín se dio cuenta de lo que pasaba, y aunque los animales intentaron salvar a Boxer, no lo consiguieron.
Capítulo 10
Pasaron los años, y con ellos se fueron varios de los habitantes de la granja. Bluebell, Jessie y Pincher (los perros mayores), así como Muriel, habían muerto. Boxer también, a manos del descuartizador. Nadie recordaba ya a Snowball. Jones acabó sus días internado en un centro para alcohólicos. La mayoría sólo conocía la Rebelión de oídas y varios animales ni siquiera nacieron en la granja, sino que fueron comprados a los humanos.
La Granja Animal prosperó mucho en ese tiempo. Por fin tenían el molino de viento y herramientas eléctricas. Anexionaron dos franjas de tierra compradas al señor Pilkington. Sin embargo, nada de esto redundó en beneficio de los animales. Quienes tenían edad de estar jubilados, como Clover, seguían forzosamente en activo. El molino no producía electricidad, molía maíz que luego se vendía.
Los animales trabajaban en la construcción de un segundo molino que, al parecer, sí estaría destinado a producir electricidad. Pero la luz eléctrica en las dependencias de los animales, el agua caliente, la calefacción o las modernas herramientas que rebajarían las jornadas de trabajo a tres días no estaban en los planes de los cerdos, porque, a juicio de Napoleón, eran ideas contrarrevolucionarias opuestas a la esencia del Animalismo. Napoleón predicaba que la verdadera felicidad «consistía en trabajar mucho y vivir frugalmente».
Obviamente, la máxima de Napoleón no aplicaba a las dos castas privilegiadas de la granja: cerdos y perros. Los demás animales la cumplían a rajatabla. Aunque la granja producía lo suficiente para que todos vivieran bien, pasaban hambre, seguían durmiendo sobre paja y sufrían los rigores propios del verano y el invierno. Squealer les decía que estaban mejor que antes y ellos le creían porque, aunque intentaban recordar los primeros tiempos tras la Rebelión, la memoria les fallaba. A todos menos a Benjamín, el burro. Pero Benjamín era de la opinión de que las cosas no cambian.
Pese a sus miserables condiciones de vida, los animales seguían estando orgullosos de la Granja Animal, la única dirigida por animales. Recordaban las viejas batallas y soñaban con el día en que la República de los animales (cuando ninguna granja estuviera dirigida por humanos) fuera una realidad, aunque ellos no llegaran a verla. Bestias de Inglaterra estaba prohibido, pero se susurraba clandestinamente. Pasaban hambre, pero no por alimentar a los codiciosos humanos. Y trabajaban hasta la extenuación, pero eran dueños del fruto de su trabajo. Quien no se consuela es porque no quiere, está claro.
Una tarde, los animales acudieron al patio alertados por Clover. Había visto algo espeluznante: Squealer caminaba como si fuera un humano. Pero no era sólo él. Un montón de cerdos, puestos en fila, daban la vuelta al patio caminando sobre las patas traseras. Al rato apareció Napoleón, escoltado por los perros y precedido del gallo negro. En una de sus pezuñas tenía un látigo.
El sentimiento de los animales tras la visión de los cerdos y -sobre todo- del látigo, fue de absoluto terror. Y a pesar del miedo a los perros y estar acostumbrados a no chistar, estuvieron a punto de hablar. Entonces las ovejas empezaron a balar una nueva consigna que les había enseñado Squealer: «¡Cuatro patas, sí, dos patas, mejor!». Cuando callaron, los cerdos ya habían entrado en la casa.
Clover pidió a Benjamín que le acompañase al granero principal y le dijese si los siete mandamientos estaban igual que antes. Benjamín, extrañamente, accedió a hacerle el favor. Mas en la pared ya no estaban los siete mandamientos, que fueron sustituidos por una sola directriz: «Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros». Al día siguiente, los cerdos que supervisaban los trabajos de la granja portaban un látigo.
Desaparecidas las bases del animalismo, a nadie extrañó lo que se vio después. Los cerdos escuchaban la radio, pidieron la instalación de un teléfono y se suscribieron a varias publicaciones humanas. Napoleón fumaba en pipa y los gorrinos empezaron a usar ropa. Los cerdos cada vez eran más personas y menos cerdos.
La semana siguiente varios granjeros de la zona acudieron a la Granja Animal para conocer las instalaciones. La jornada se cerró con una gran fiesta en la casa. Los animales se asomaron a una de las ventanas y vieron a cerdos y humanos jugando una partida de cartas. El señor Pilkington, de la granja Foxwood, hizo un brindis por la Granja Animal, admirando la disciplina y el orden que reinaba en el lugar y felicitando a los cerdos por haber conseguido que los animales inferiores trabajasen más y comiesen menos.
Napoleón también quiso ofrecer un brindis y decir algunas palabras. Tras asegurar que no pretendían sublevar a los animales del resto de granjas y congratularse de haber tendido puentes con los demás granjeros de la zona, informó que la granja era una empresa cooperativa cuyas acciones tenía él, pero pertenecían a todos los cerdos de la Granja Manor. Porque esa era una de las novedades. Los propietarios de la Granja Animal habían decidido devolver al sitio «su nombre verdadero y original».
Informó también de otros cambios. Erradicaron la extraña costumbre de saludar ante un cráneo que vete a saber quién había colocado junto al mástil de la bandera y que ya estaba retirado y enterrado. Prohibieron el uso de la palabra «camarada» y reformaron la bandera: En adelante sería sólo verde, sin ningún elemento dibujado en ella.
Los animales inferiores observaban la escena extrañados. Veían algo raro en los cerdos, pero no sabían qué era. Cuando los de dentro retomaron la partida, los de fuera optaron por retirarse. No se habían alejado demasiado cuando unos gritos en el interior de la casa llamaron su atención y volvieron a ver qué pasaba.
El señor Pilkington y Napoleón se habían descubierto mutuamente haciendo trampa. Discutían a voces. A VOCES. Los cerdos ya no gruñían, no había diferencia entre su habla y el habla humana. Entonces, los animales se fijaron en sus caras. Miraban al cerdo y al hombre, al hombre y al cerdo… Pero, por más que se fijaran, no podían decir quién era uno y quién era otro. Eran indistinguibles. La mimetización se había completado. Habían vuelto a la casilla de salida.
Personajes principales de Rebelión en la granja
– Viejo Mayor. Líder espiritual de la revuelta animal. Él ya ha muerto cuando estalla la Rebelión, pero ha sentado las bases para que suceda. En el mitin del granero principal sacude la conciencia de los animales describiendo sus condiciones de vida y señalando al culpable de ellas: el Hombre, el ser humano en general. Mientras el humano domine las granjas ellos nunca serán libres, pues tiene poder absoluto sobre sus vidas. Les enseña una vieja canción, Bestias de Inglaterra, que se convierte en el himno de los animales.
El Viejo Mayor vendría a ser una mezcla de Karl Marx y Lenin, el líder bolchevique que encabezó la Revolución de Octubre de 1917. Lenin no creó el marxismo; desarrolló su teoría en base a él, igual que los cerdos crean el Animalismo partiendo del análisis del Viejo Mayor. En tanto que el Viejo Mayor es el verraco, con toda probabilidad es el padre de Snowball y Napoleón. Esto podría leerse de otro modo: El Viejo Mayor representa al Partido que se divide en dos tendencias ideológicas, el trotskismo y el estalinismo.
– Snowball. Es un verraco destinado a la venta. Cofundador del Animalismo, y, junto a Napoleón, uno de los líderes del movimiento. Snowball es el más activo de los dos y tiene grandes planes para la Granja Animal. Quiere erradicar el analfabetismo, organizar a los animales por sectores y hacer evolucionar tecnológicamente la granja, cuyas herramientas son anticuadas y el modo de producción, ineficiente (la Rusia imperialista era un país atrasado, como la Granja Manor). Snowball es el encargado de organizar la defensa de la granja durante la primera incursión humana.
Snowball representa a León Trotsky, líder bolchevique, creador del Ejército Rojo y defensor de la teoría de la revolución permanente. Expulsado del Partido tras la muerte de Lenin, fue desterrado a Alma-Ata en 1928 y expulsado de la Unión Soviética en 1929. Tras buscar refugio en varios países recibió asilo en México, donde vivió exiliado hasta su asesinato a manos de un agente soviético el 21 de agosto de 1940.
– Napoleón. Otro verraco criado por Jones para vender. Cofundador del Animalismo. Asume tareas de gestión de la granja tras la Rebelión y poco a poco va desplegando sus malas artes hasta hacerse con el control absoluto. Al contrario que Snowball, no está interesado en alfabetizar a los animales adultos, siendo partidario de centrarse en la educación de los jóvenes. Para consolidar su poder se apoya en la propaganda y en una jauría de perros que secuestra de cachorros y que se encargan de amedrentar al resto de animales.
Siempre se ha dicho que Napoleón representa a Stalin, y Orwell escribió el personaje pensando en él, esto queda claro en el prólogo. Yo no pienso que Stalin fuese omnipotente, y en Napoleón veo una representación de la camarilla burocrática que usurpó el poder en la URSS y que sólo buscaba mantener sus privilegios de nueva casta. Claro, Stalin estaba a la cabeza de todos ellos, pero los documentos desclasificados después de 1953 (cuando tanto Orwell como Stalin habían muerto) permiten decir que no todo lo que se le achacó tenía fundamento.
En contraposición a Trotsky, Stalin defendía la teoría del socialismo en un sólo país, que sostenía que el socialismo podía desarrollarse dentro de las fronteras de un único país sin depender de la extensión de la revolución socialista a nivel global.
– Señor Jones. Propietario de la Granja Manor, expulsado de la propiedad tras la Rebelión animal. Jones es un hábil granjero venido a menos por su adicción al alcohol, acentuada tras la pérdida de parte de su capital en un juicio. Tras perder la granja pasa las horas muertas en El León Colorado, la taberna local. Jones intenta recuperar la granja en una ocasión, pero no lo consigue, así que deja el pueblo y se va a vivir a otra parte del país. Muere al cabo de unos años internado en un centro para alcohólicos, aunque los animales de la granja no llegan a saberlo. El señor Jones representa a Nicolás II, último zar de Rusia.
– Moses. Es un cuervo amaestrado por Jones que predica la existencia de un lugar llamado Monte Azúcar, similar al cielo humano, donde van los animales al morir. Algunos animales creen en su existencia, lo que obliga a los cerdos a desmentirla una y otra vez, aunque al final de la historia lo acogen de nuevo en la granja. Moses representa a la Iglesia Ortodoxa.
– Mollie. Es la yegua que tira del coche de Jones. Egocéntrica y materialista, no comparte las preocupaciones del resto de animales respecto a los humanos porque ella no se siente oprimida. Representa a la clase media. Sus únicas dudas sobre la Rebelión son si podrá seguir luciendo cintas o comiendo terrones de azúcar. Tras la revuelta se muestra poco participativa. Al desertar de la granja es repudiada por el resto de animales.
– Boxer. Uno de los caballos de tiro de la granja. Trabajador infatigable, es el primero en entrar al trabajo y el último en marcharse. Como es el más fuerte, asume los peores trabajos. Además de su tarea hace trabajo voluntario, pactando con uno de los gallos que le despierte antes que al resto. Ante cualquier inconveniente, la respuesta de Boxer siempre es: «trabajaré más fuerte». Más adelante crea el mantra de «Napoleón siempre tiene razón».
Boxer podría equipararse a Aléksei Stajánov, un minero ucraniano que destacó por producir más de 100 toneladas de carbón en el mismo tiempo que sus compañeros sacaban 7. En realidad, lo que hizo Stajánov fue optimizar la forma de trabajo para producir más en el mismo tiempo. De Stajánov derivó el estajanovismo, que promovía el esfuerzo, la superación de cuotas de producción y la eficiencia extrema en el trabajo. Puesto como ejemplo en la época de Stalin, tras su muerte Stajánov cayó gradualmente en el olvido.
– Squealer. Orwell lo describe como un orador brillante y muy persuasivo. «Se decía de Squealer que era capaz de hacer ver lo negro, blanco». Squealer es convincente hasta el punto de cambiar los recuerdos de los animales, y, junto a los perros, es la gran baza de Napoleón para asegurar su puesto como caudillo. Es incluso más efectivo que los perros, pues sin un lavado de cerebro constante la represión por sí misma no habría podido evitar un levantamiento.
Podría inferirse que Squealer es el alter ego porcino de Viacheslav Molótov, fiel colaborador de Stalin, con quien coincidió en Pravda (el periódico del Partido Bolchevique, por ese entonces clandestino, del que Stalin era editor), aunque, dada la época, es inevitable pensar también en Joseph Goebbels.
– Frederick. Propietario de Pinchfield, una de las granjas aledañas. Frederick es conocido por el mal trato que da a sus animales, a quienes llega a torturar sin piedad. Napoleón acuerda venderle a él la madera porque ofrece más dinero que Pilkington. Sin embargo, Frederick le engaña al darle billetes falsos y al día siguiente intenta invadir la Granja Animal, destruyendo el molino de viento. Frederick es Adolf Hitler; la negociación y venta de la madera representa el pacto Ribbentrop-Molótov, y la estafa y posterior ataque son remembranzas de la ruptura del pacto germano-soviético y la invasión de la URSS por parte de la Alemania nazi.
– Pilkington. Propietario de Foxwood, la otra granja aledaña a la Granja Animal. Al principio desconfía de los animales y contribuye a lanzar bulos sobre la gestión de la Granja Manor (como insisten en llamarla Frederick y él). Pero cuando Napoleón decide vender la madera, Pilkington se aviene a negociar con los cerdos. Sin embargo, corta cualquier relación tras la venta a Frederick y no recupera el trato con los cerdos hasta bastante después. El libro se cierra con una discusión entre Pilkington y Napoleón, que se descubren haciendo trampas en la partida de cartas.
La relación de Napoleón con Pilkington es una metáfora de la relación entre la URSS y los países aliados en la II Guerra Mundial. A finales de los años 30 la URSS mantuvo negociaciones con Gran Bretaña, pero acabó pactando con la Alemania nazi. Una vez que Hitler rompió el pacto e invadió la Unión Soviética, esta colaboró con Gran Bretaña y Estados Unidos para derrotar a las potencias del Eje.
El juego de cartas que cierra el libro tampoco está exento de simbolismo. No en vano, el objeto de la discordia es el as de espadas. Cuando Napoleón y Pilkington se lían a voces, los animales miran alternativamente a los dos sin hallar diferencias entre ambos, lo que les pone al mismo nivel. El as de espadas sería una alegoría del inicio de la Guerra Fría.
– Los perros asumen el papel de la NKVD, Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos de la Unión Soviética, policía secreta, operativa desde 1934 hasta 1946.
(1) Un verraco es un cerdo macho cuya única función es reproducirse.
(2) Estos caballos eran usados para tirar de los aperos de labranza, arrastrar herramientas pesadas, mover maquinaria (norias de agua, que antes se llamaban «de sangre») o tirar de carruajes.
(3) El forraje es el alimento del ganado.
(4) Almacén donde se guardan los aperos de los caballos.
(5) Paralelismo con la Guerra Civil Rusa. Los hombres representan al Ejército Blanco, mientras que los animales, con Snowball a la cabeza, son el símil del entonces recién creado Ejército Rojo, formado y dirigido en sus primeros años por León Trotsky.
(6) El autor cita aquí las teorías del socialismo en un sólo país (Stalin) y la revolución permanente (Trotsky). La primera sostenía que la construcción del socialismo podría lograrse en un país aislado, sin depender de la expansión revolucionaria internacional. Esto requería blindarlo militarmente para protegerlo de agresiones externas. En contraste, Trotsky pensaba que la supervivencia del Estado Socialista dependía de que la revolución se extendiera al resto de países (principalmente pensaban en Alemania). Si todos tenían las mismas bases, no se atacarían entre ellos.
(7) Analogía del destierro de León Trotsky.
(8) Alude a la Oposición de Izquierda, una facción del Partido Comunista de la Unión Soviética surgida en 1923, liderada por León Trotsky, que se oponía a la burocratización del partido y abogaba por la continuación de la revolución socialista. Sus miembros fueron perseguidos y expulsados del partido.
(9) Esto podría ser una analogía con el Mausoleo de Lenin, donde se expone el cuerpo del líder bolchevique desde 1924. El mausoleo se abrió por orden gubernamental, ignorando la voluntad de su viuda, Nadezhda Krúpskaya, que se oponía a la exposición del cuerpo de su marido.
(10) Clara alusión a los Procesos de Moscú.