Persuasión (Jane Austen)
Una historia de arrepentimiento y segundas oportunidades
Persuasión es la sexta y última novela de la escritora británica Jane Austen. Persuasión narra la historia de Anne Elliot. En su juventud, Anne es persuadida para romper su compromiso con el apuesto (pero pobre) Frederick Wentworth. Años después, ella aún lamenta la decisión. Cuando el capitán Wentworth regresa exitoso y rico, los sentimientos reprimidos resurgen.
Jane Austen escribió Persuasión (su última novela acabada) entre 1815 y 1816. Se publicó unos meses después de su muerte, el 20 de diciembre de 1817, aunque la primera edición llevaba la fecha de 1818. Curiosamente, la dio por terminada el 18 de julio de 1816, un año exacto antes de su fallecimiento, aunque, no satisfecha con el desarrollo final de la trama, posteriormente introdujo cambios en la estructura. No fue Austen quien le dio el título de Persuasión; ella pensó en titularla Los Elliot. El título final lo eligieron sus hermanos Cassandra y Henry.
Persuasión (Jane Austen). Resumen en tres partes
Resumir un libro siempre es una tarea complicada porque aunque intentes condensar todo, se pierden cosas. En el caso de Jane Austen es, además, ingrata. El resumen no muestra la evolución de los personajes a lo largo de la historia, se pierde ese acompañamiento que consigue que, al cerrar el libro, tengas la sensación de conocer a todos y cada uno de ellos. Y se pierden matices, como la ironía (o crueldad) que la autora muestra al referirse a algunos. Actitud necesaria, por otro lado, ya que Austen no hace leña del árbol caído, sino que lo usa para ejemplificar la actitud del resto.
También se pierden las minuciosas descripciones de lugares que nos regala Austen. Uno siente la necesidad de viajar a Lyme tras leer el pasaje del paseo por la playa y el Cobb. Sólo por esos detalles ya merece la pena leer el libro. De verdad, no es una historia romanticona más, aunque así lo haga parecer un resumen.
En fin, aquí estamos a lo que estamos, así que vamos al turrón. Persuasión consta de veinticuatro capítulos que he creído conveniente dividir en tres partes. La primera abarca desde la presentación de la familia Elliot hasta el reencuentro de Anne y el capitán Wentworth en Uppercross. La segunda discurre entre Uppercross, Lyme y Bath, donde se han asentado los Elliot tras su salida de la casa familiar, y la tercera se desarrolla íntegramente en Bath, donde acaban reuniéndose casi todos los integrantes de la historia.
Primera parte (Capítulos 1-8)
Anne Elliot era una joven que vivía con su padre y su hermana mayor en Kellynch Hall, una finca señorial ubicada en el condado de Somerset, al suroeste de Inglaterra.

Los Elliot eran una familia aristocrática. La mayor afición del padre –sir Walter Elliot– consistía en leer una y otra vez la Crónica de los baronets, el memorándum familiar. Sir Walter era un hombre vanidoso y excesivamente engreído. Trece años atrás perdió a su esposa, con la que tuvo tres hijas: Elizabeth, Anne y Mary. Tendrían que haber sido cuatro, pero la fatalidad quiso que el embarazo del varón no acabase bien. Por tanto, la herencia familiar pasaría a manos de su sobrino, William Walter Elliot.
Tiempo atrás, sir Walter quiso emparejar a su hija mayor, Elizabeth, su preferida y más parecida a él, con William. Pero su sobrino no estaba por la labor y optó por comprar su libertad casándose con una mujer rica, aunque de rango social inferior. Sir Walter consideró esto una afrenta y las relaciones entre tío y sobrino se enfriaron. Pero la boda frustrada hizo mella en Elizabeth, quien, a causa de este motivo, no soportaba ver la crónica familiar. Cada vez que veía el libro abierto, lo cerraba.
La hija menor, Mary, era la única casada. Había matrimoniado con Charles Musgrove, un buen partido, por cierto, pues los Musgrove, aunque no eran aristócratas, tenían la misma importancia que los Elliot. Mary no había sido la primera opción de Charles, que a quien en realidad pretendía era a Anne. Pero la cosa no cuajó y se conformó con Mary, con quien tuvo dos hijos: Charles y Walter.
Antes de hablar de Anne hay que mencionar a Mrs. Russell. Era la mejor amiga de la difunta lady Elliot, y a su muerte ocupó en parte el lugar de esta en la familia. A pesar de ser viuda no había planes de matrimonio entre sir Walter y ella. Quería a las hijas como si fuesen suyas y estaba especialmente unida a Anne, cuyo carácter, menos afectado que el de sus hermanas, le recordaba mucho a su amiga fallecida.
Ahora sí, hablemos de Anne. Tenía 26 años y arrastraba un trauma sentimental que no se quitaba de encima. A los 19 años conoció a Frederick Wentworth, un joven marino que pasaba un tiempo de excedencia en Somerset.
Como no podía ser de otra forma porque entonces no habría drama, Anne y Frederick se enamoraron y emprendieron una relación. Incluso llegaron a hacer planes de boda. Pero por aquel entonces el chaval era un joven, pues como todos los jóvenes: con muchas ilusiones, pero sin un duro chelín en el bolsillo. Y no sería porque no había ganado cuartos, pero el dinero que llega fácil se va de la misma forma. Además, no tenía pedigrí, y esto era lo primero que miraban sir Walter y Elizabeth.
Total, que a la familia no le gustaba. Pero es que a Mrs. Russell (a quien Anne consideraba su mejor amistad) tampoco le gustaba. Mrs. Russell quería un buen partido para Anne. A ella no le importaba demasiado el rango social, pero por lo menos que tuviese algo: Una casa, una cuenta bancaria decente… y Frederick, por no tener, ni siquiera tenía un padre que le ayudase si le venían mal dadas.
Lo que sí tenía Frederick Wentworth eran ganas de comerse el mundo. Él soñaba con comprar un barco y hacerse rico luchando en la Marina Inglesa, idea que agradaba a Anne, pero que hacía fruncir el ceño a Mrs. Russell, que lo consideraba un soñador. Y le calentó la cabeza a Anne hasta que esta cedió y rompió la relación.
Frederick se fue y Anne no volvió a verle, aunque estaba al tanto de su vida por la prensa. No quiso saber nada de otros hombres, por eso despachó a Charles Musgrove a pesar de que este sí contaba con el beneplácito de su familia y de Mrs. Russell, que le aconsejó casarse. Pero esta vez no hizo caso de pareceres ajenos y siguió en sus trece, por eso ahora Charles Musgrove era su cuñado.
Bueno, pues así estaban las cosas cuando empezaron a venir mal dadas. Como dije antes, sir Walter era viudo. Mientras vivió, su difunta esposa se encargó de bajar los humos de su marido y llevar las cuentas familiares. Lady Elliot consiguió que llevasen un nivel de vida aceptable para su estatus sin caer en números rojos. Pero ahora la situación se había invertido. Sin nadie que pusiese freno, sir Walter y Elizabeth prácticamente quebraron las arcas familiares. Y había que ponerle remedio de manera urgente.

Contaron la situación a Mr. Shepherd (el abogado de sir Walter) y a Mrs. Russell, a ver si a ellos se les ocurría alguna idea. Mr. Shepherd no quiso meterse en semejante berenjenal y se inhibió en favor de Mrs. Russell, que se encargó de elaborar un plan de austeridad. Para ello contó con la ayuda de Anne, cuya opinión normalmente no era tenida en cuenta ni por su padre, ni por su hermana.
El plan de ahorro que Mrs. Russell presentó permitiría cancelar la deuda familiar en siete años, pero fue rechazado de plano tanto por sir Walter, como por Elizabeth. Ambos consideraban que las medidas propuestas rebajaban su estatus social y no estaban dispuestos a vivir sin los lujos asociados a su clase. Muy ofendido, sir Walter dijo que antes de asumir esa propuesta dejaría de vivir en Kellynch Hall. Y Mr. Shepherd, que había pensado esa solución, pero no se atrevía a proponerla, recogió el guante.
Resumiendo: Los Elliot alquilarían Kellynch Hall y se irían a otro lugar que les permitiese vivir con más holgura, pues al ser menos conocidos tendrían menos obligaciones sociales que atender, y, por tanto, menos gastos superfluos.
El sitio escogido fue Bath, a pesar de que sir Walter prefería ir a Londres y Anne abogaba por seguir en Somerset para estar cerca de Mrs. Russell. Sin embargo, Mrs. Russell también era partidaria de Bath, donde pasaba parte del invierno. Pero la razón no era esa, sino la estrecha amistad que Elizabeth estaba fraguando con Penélope Clay, hija de Mr. Shepherd.
Mrs. Clay había vuelto recientemente al hogar paterno con sus dos hijos tras el fracaso de su matrimonio. Y Mrs. Russell tenía ahí un runrún porque no se fiaba de ella. No era una amistad natural, porque jerárquicamente Mrs. Clay era de clase inferior a Elizabeth. Pero Elizabeth no era Anne, y de nada habría valido intentar disuadirla de dejar esa relación. Así que Mrs. Russell hizo lo único que podía hacer: Posicionarse por Bath para separar a las amigas.
Decidido el destino, faltaba lo más importante: Encontrar al inquilino perfecto para Kellynch Hall. Inglaterra había entrado en periodo de paz y Mr. Shepherd sugirió que, ya que muchos hombres de la Marina Inglesa volverían al país, sería deseable alquilar la propiedad a uno de ellos, ya que era gente meticulosa y cuidadosa con sus posesiones.
Anne estuvo de acuerdo. Pensaba que la Marina trabajaba duro por el bien del país y que los ciudadanos estaban en deuda con sus integrantes. Pero Sir Walter discrepó. Consideraba que la Marina era injusta con la aristocracia, ya que daba opción a que personas humildes escalasen socialmente en base a méritos, y, además, opinaba que sus miembros envejecían prematuramente. Desde luego, a él no le gustaría emparentar con un marino.
Pero ya se sabe, si no quieres caldo, ahí tienes dos tazas. El primer interesado en Kellynch Hall fue el almirante Croft, retornado a Inglaterra tras participar en la batalla de Trafalgar y pasar unos años en las Indias Orientales. Croft estaba casado y no tenía hijos, así que el mobiliario de la casa estaba a salvo. Y la presencia de una mujer garantizaba la excelente conservación de Kellynch Hall, como apuntó Mr. Shepherd.
Sir Walter dio el visto bueno y Elizabeth también. Lo que opinase Anne no importaba, así que los Croft se convirtieron formalmente en inquilinos de Kellynch Hall. No tenían pedigrí, pero tenían cuartos y le cayeron en gracia a sir Walter. Sólo había un pero que ponerles, aunque aparte de Anne nadie reparó en él: Mrs. Croft era hermana de Frederick Wentworth.
Los Croft llegarían a Kellynch Hall el 29 de septiembre, día de San Miguel, y los Elliot se mudarían a Bath durante el mes de agosto. Menos Anne, que a petición de Mary iría un tiempo a Uppercross para cuidarla y ayudarla con los pequeños y se uniría a sir Walter y Elizabeth cuando Mrs. Russell viajara a Bath para su retiro invernal.
A Elizabeth, en realidad, le importaba un pimiento lo que hiciera su hermana. De hecho, le dijo a Anne que se quedara en Uppercross todo el tiempo que quisiese, que ella no pintaba mucho en Bath. Luego invitó a Mrs. Clay a viajar con ellos a la nueva casa.
Lo de Mrs. Clay sentó como una patada a Anne y a Mrs. Russell. Anne estaba dolida por el desprecio de su hermana, pero sobre Mrs. Clay tenía la misma opinión que Mrs. Russell, que se subía por las paredes al ver que, lejos de alejarse, las amigas estarían más juntas que nunca.
Anne y Mrs. Russell tenían la mosca detrás de la oreja en lo referente a aquella atípica amistad. Cierto es que Mrs. Clay no era el ideal de belleza que alguien tan vanidoso como sir Walter habría valorado como compañera. Era pecosa, tenía un diente medio salido y las muñecas gruesas. El mismo sir Walter se había burlado en diversas ocasiones de estos defectos (siempre, claro está, en ausencia de la interesada). Pero Mrs. Russell y Anne sabían que el roce diario acabaría por atenuar cualquier tara.

Las dos pensaban que Mrs. Clay usaba a Elizabeth para acercarse a sir Walter, y Anne habló de ello con su hermana, que, para variar, despreció su opinión. Cumplido el cometido, Anne marchó a Uppercross al tiempo que sir Walter, Elizabeth y Mrs. Clay emprendían el viaje a Bath. En Uppercross su primera tarea fue levantar el ánimo de Mary, que se encontraba un tanto decaída.
Lo cierto es que Anne apreciaba separarse de su padre y hermana mayor siquiera por un tiempo. En Uppercross el ambiente era muy distinto al de Kellynch Hall. Los Musgrove eran casi tan importantes como los Elliot, pero no tenían tanta afectación como sir Walter y Elizabeth. Y aunque su cuñado Charles era el pretendiente al que dio calabazas unos años antes, el trato entre ellos era bueno, pues no le guardaba rencor.
Mary y Charles tenían caracteres opuestos y se culpaban mutuamente por la mala educación de sus hijos, excesivamente malcriados. Pero su matrimonio era razonablemente feliz. Como eran incapaces de llegar a acuerdos, ambos recurrían a Anne con la esperanza de que disuadiese al otro de hacer las cosas como cada uno quería. Hasta Mrs. Musgrove le pidió que por favor hablase con su hermana acerca de sus nietos, que eran insoportables.
Los señores Musgrove vivían en la llamada Casa Grande, lugar de reunión familiar donde se organizaban saraos con frecuencia. Una comida, una cena, alguien que llegaba o se iba… Cualquier excusa era buena para festejar. Además de los patriarcas, en la Casa Grande vivían también Louisa y Henrietta, las hermanas de Charles. Tuvo otro hermano, Dick, un prenda que murió tras enrolarse en la Marina y al que el azar dará un papel determinante en la vida de Anne.
Porque el azar (o el destino) es así, caprichoso. Primero los Croft que se instalan en Kellynch Hall… y reciben la visita de Frederick Wentworth que, aprovechando el periodo de paz, decide asentarse en tierra firme y lo primero que hace es ir a la nueva casa de su hermana. Nueva para su hermana, porque obviamente él ya la conoce.
Cuando los Croft se instalaron en Kellynch Hall, Charles y Mary les visitaron para presentarse y ponerse a su disposición. Los Croft les devolvieron el gesto, y ahí se enteraron todos de que el capitán Wentworth, hermano de la señora, llegaría en breve a Kellynch para pasar un tiempo con ellos.
El caso es que a Mrs. Musgrove ese tal capitán Wentworth se le hacía familiar. Le sonaba tanto que fue a mirar las cartas que su difunto hijo Dick le mandó mientras surcaba los mares. Y efectivamente, ahí estaba la clave. Dick sirvió seis meses en la fragata Laconia, comandada por Wentworth, y hablaba maravillas de él. La buena señora, en un arranque sentimental, quiso conocer a toda costa al que pensaba había sido amigo de su hijo. Y así fue como el difunto Dick abrió las puertas de Uppercross al capitán Wentworth, que fue acogido en la Casa Grande como uno más de la familia.
Porque Wentworth, además de valeroso y haberse hecho de oro capturando enemigos, era encantador. Un tipo afable, campechano, de trato fácil, que se metió en el bolsillo a los Musgrove.
A Anne esto no le hacía mucha gracia. Aguardaba el reencuentro con el capitán Wentworth entre ansiosa y temerosa. Habían pasado siete años desde su ruptura y la muchacha albergaba dudas en cuanto a la reacción de Frederick. Eludió el primer encuentro gracias a la travesura de su sobrino mayor, que se saldó con una clavícula dislocada. Y aunque los Musgrove habían organizado una comida en la Casa Grande en honor de Wentworth al día siguiente, Anne no acudió con el pretexto de cuidar al niño.
Pero, lógicamente, estando en Uppercross y siendo Wentworth un visitante tan apreciado, no pudo esquivarle mucho tiempo. El primer encuentro fue inesperado, rápido y frío. Se saldó con una breve reverencia de Wentworth, quien a la salida comentó que estaba tan cambiada, que en otras circunstancias no la habría reconocido.
A Anne el comentario le dolió porque tenía su parte de verdad. La ruptura y el tiempo transcurrido habían hecho mella en su físico. En cambio, Frederick, pese a los años en el mar, había acentuado su atractivo. De hecho, las hermanas Musgrove se habían pegado a él como una lapa. Y él no las apartaba. También acaparó la atención de las sobrinas de Mrs. Musgrove, las hermanas Hayter.
El capitán Wentworth había vuelto a tierra con veinte mil libras y una idea en mente: casarse y formar una familia. Estaba abierto a conocer y enamorarse de cualquier mujer de entre quince y treinta años. Bueno, de cualquier mujer, tampoco. De cualquiera que no fuese Anne Elliot.
Anne había tenido tiempo para pensar desde que dejó a Wentworth. Llegó a la conclusión de que quizá fue un error hacer caso a Mrs. Russell, pero no podía culparla de su desdicha. A fin de cuentas, ella decidió seguir su consejo. Todavía quería a Frederick, mas no se atrevía a interpelarlo. Y le causaba cierta desazón que los años transcurridos no hubiesen al menos atenuado el sentimiento.
Por su parte, Frederick acumulaba siete años de profundo rencor hacia Anne. Él era resuelto para tomar decisiones y no le perdonaba que cortase la relación sin más motivo que obedecer a otra persona. La consideraba pusilánime, débil de carácter, característica repudiable a su parecer. No quería saber nada de ella, era un capítulo cerrado de su vida. Pero no podía evitar recordarla cuando pensaba en su mujer ideal.
Segunda parte (Capítulos 9-16)
El capitán se convirtió en visitante asiduo de Uppercross, donde acudía casi a diario y siempre era bien recibido. Ironías de la vida, la llave de entrada había sido su presunta amistad con Dick Musgrove, cuando en realidad éste era una persona conflictiva de la que Wentworth intentó librarse con todas sus fuerzas. Pero claro, decir eso hubiera sido un desprecio hacia los Musgrove. Sin embargo, Anne, que conocía bien al capitán, acertó a adivinar su opinión sobre el malogrado muchacho.

La presencia casi continua de Wentworth en Uppercross le llevó a coincidir con Anne en varias ocasiones. Pero sus encuentros no daban mucho de sí. Si estaban acompañados, con suerte intercambiaban unas pocas palabras. Y si estaban solos, Anne deseaba que le tragase la tierra y él se mantenía a una distancia prudencial. No eran situaciones cómodas.
El capitán Wentworth decidió prolongar su estancia en Kellynch Hall, encantado como estaba de las atenciones que le dispensaban en Uppercross. Sin embargo, no todo el mundo estaba contento con su presencia. El sacerdote Charles Hayter, primo de los Musgrove y pretendiente de Henrietta, había estado ausente por dos semanas y a su vuelta le contrarió el interés de su pretendida por el capitán.
Y es que Henrietta prácticamente ignoraba a Charles Hayter. Y esto, claro, encabronó al sacerdote, que no entendía por qué ese hombre salido de la nada recibía tanta atención en la Casa Grande.
Quien gozaba con todo esto era Mary. Ella no veía bien un posible matrimonio entre Henrietta y Hayter porque consideraba que el «sacerdote rural» era poca cosa para su cuñada. En su opinión, tal unión degradaría socialmente a Henrietta. Naturalmente, su marido pensaba lo contrario, pues veía en su primo Charles el esposo ideal para su hermana.
Mary estaba empecinada en que Henrietta debería romper la relación con Hayter y formalizar su noviazgo con Wentworth. Y Charles era partidario de un enlace Hayter-Musgrove y que Wentworth eligiese a su otra hermana, Louisa, que no tenía compromisos. Anne escuchaba estos apasionados debates, pero como procuraba faltar a las reuniones donde estaba Frederick, le faltaba información y no tenía opinión propia.

No obstante, no tardó en formarse una, pues, pese a su empeño, no le era posible evitar totalmente a Wentworth y veía el coqueteo del capitán con ambas mujeres. Anne concluyó que Frederick no tenía interés real por ninguna de las hermanas Musgrove. Ellas le prestaban toda su atención y él se dejaba querer. Nada más. También dedujo que tampoco las hermanas estaban enamoradas, sino más bien deslumbradas por la novedad. Las cosas, claro está, podían cambiar. Pero por lo pronto no advertía señales serias.
Quienes sí advirtieron señales fueron los Musgrove. Pero de Charles Hayter, que, harto de los desaires de Henrietta, rechazó una invitación de sus tíos para comer en la Casa Grande y estuvo tres días sin aparecer por Uppercross. Anne juzgó esto como la deriva lógica, y simplemente pensó que Hayter era una persona con sentido común.
Como suele pasar con estas cosas, al final las aguas volvieron a su cauce. Ya que la montaña no iba a Mahoma, Mahoma, o sea, Henrietta, tuvo que visitar la montaña. Con un pequeño empujoncito de Louisa y acompañada de su hermano Charles, pero fue, lo arreglaron y así Louisa tuvo vía libre para quedarse con el capitán. O eso parecía, porque a veces hasta lo que creemos cierto cambia de la forma más imprevisible.
Resultó que un viejo camarada de Wentworth, el capitán Harville, se había instalado temporalmente en Lyme, una localidad a veinte millas (algo más de 32km) de Uppercross. Eso ahora te lo haces en un rato con el coche, pero a principios del siglo XIX era un viaje no inferior a tres horas.
Wentworth hizo una rápida visita a Lyme y al volver les habló a todos tanto de su amigo como de la belleza del pueblo. Fue tan efusivo, que a Louisa le faltó tiempo para organizar una excursión, ya que, pese a ser noviembre, hacía buen tiempo. Y para allá que se fueron los tres hermanos Musgrove, Mary, Frederick y Anne.
En principio iba a ser cosa de dos días: ir, conocer a los Harville, ver un poco el pueblo, hacer noche en alguna posada del lugar y volver al día siguiente, pero la cosa se complicó.
El primer día fue perfecto: Compadrearon con los Harville y el capitán Benwick (otro camarada de la Marina que había enviudado de la hermana del capitán Harville y pasaba una temporada con ellos), conocieron Lyme y acabaron el día con una agradable charla tras la cena en la que Anne departió largo y tendido con Benwick sobre su afición común por la literatura.

El segundo día ya se torció la cosa. Hasta el desayuno, todo bien. Incluso coincidieron con Mr. Elliot, el primo de Anne y Mary que años antes dio calabazas a Elizabeth. Primero se lo cruzaron en la playa, donde el mozo no pudo apartar su mirada de Anne, y luego en la posada, donde supieron quién era una vez se había marchado.
Mientras daban un último paseo por la escollera (en el libro se refiere a ella como el Cobb), Louisa se puso a hacer el tonto bajándola a saltos y acabó estampándose contra el suelo de piedra. Todos se llevaron un susto mayúsculo pensando que se había matado, pero no, sólo estaba inconsciente.
Claro, al verla tirada en el suelo, Mary se puso histérica, a Henrietta casi le dio algo, y Wentworth, que se sentía responsable por no haber parado el salto, trataba de reanimarla. Charles miraba a sus hermanas y a su esposa, pero no acababa de decidir a cuál de las tres ayudar primero, y Benwick se quedó a la luna de Valencia hasta que Anne le mandó primero a ayudar a Frederick, y luego a buscar un médico.
Anne decidió que lo mejor era coger a Louise y llevársela a la posada antes de que aquello se llenase de curiosos, aunque al final terminaron en casa de los Harville. Allí el médico la vio y dictaminó que, aunque el golpe en la cabeza fue fuerte, sobreviviría. Sólo necesitaba unos días para recuperarse de la contusión.
Así las cosas, tocaba decidir quién se quedaría en Lyme con Louisa y quién regresaría a Uppercross a dar la noticia a los señores Musgrove. Charles dijo que él se quedaba con su hermana, y aunque Henrietta no quería volver, aceptó que en Lyme no iba a ser de ayuda y mejor se iba a hablar con sus padres. A sugerencia de Wentworth, Anne también se quedaría y él viajaría hasta Uppercross acompañando a Henrietta y Mary.
Pero Mary se rebeló y dijo que ni hablar, que qué era eso de pensar que su hermana podía ayudar más que ella y que si su marido se quedaba, ella también. Mary era la típica persona que tiene que ser el perejil de todas las salsas, incluso de aquellas a las que no les pega el perejil. Si no, pues no estaba satisfecha la muchacha. Y Charles, por no aguantar otra pataleta, dijo que vale, pero que se callase.
Total, que regresaron a Uppercross Henrietta, Wentworth y Anne. A Anne no le hizo mucha gracia tener que volver porque el capitán Benwick le había caído bien -era algo recíproco- y no le habría importado tener más tiempo para charlar con él y conocerlo, pero cuando las cosas no son para ti… Además, en dos días Mrs. Russell iría a recogerla para llevarla con ella a Kellynch antes de viajar a Bath. Así que, salvo un milagro, ahí se separaban los caminos de ambos.
Regresar a la Casa Grande fue raro. Aunque Louisa evolucionaba favorablemente, el ambiente era algo mustio. Tanto fue así que, ante el pavor que les provocaba la inminente marcha de Anne, esta sugirió que lo que quedaba de familia se trasladase a Lyme al menos temporalmente. Estar cerca de Louisa seguro que los animaría.

Al día siguiente, los Musgrove partieron hacia Lyme y Anne se quedó en Uppercross esperando la llegada de Mrs. Russell, que hizo acto de presencia a mediodía. A Mrs. Russell le alegró ver el buen aspecto de Anne, a pesar de que la mujer tenía sus reticencias porque sabía de la vuelta de Wentworth y sus frecuentes visitas a la Casa Grande.
Ambas amigas volvieron a Kellynch, donde Anne tuvo oportunidad de visitar el hogar familiar, ahora ocupado por los Croft. También recibió la visita de Charles y Mary, que habían regresado de Lyme. Les informaron de que el capitán Wentworth había dejado Lyme para trasladarse unos días a Plymouth, toda vez que Louisa estaba ya fuera de peligro.
Pero, por una vez, a Anne le importaba poco lo que hiciese Frederick. Preguntó por el capitán Benwick, quien, según dijo Charles, se acordaba de ella mucho y en muy buenos términos. Mary, contrariada por no ser el centro de atención, trató de restar valor a las palabras de su esposo, pero éste dejó claro el interés de Benwick por Anne. Además, el capitán estaba en Uppercross, así que entraba dentro de lo posible que visitara Kellynch.
Las siguientes semanas, Benwick ocupó el lugar de Wentworth en los pensamientos de Anne. Quizá hubiera llegado a ocupar algo más, pero por la razón que fuese el capitán nunca llegó a visitar Kellynch y el interés se tornó en decepción. Además, para Anne se acercaba el momento de viajar a Bath y reincorporarse a la vida familiar con sir Walter y Elizabeth, cosa que le entusiasmaba tanto como un dolor de muelas.
Mrs. Russell ya conocía la nueva casa de Camden Place, una mansión a la altura de una familia tan importante como los Elliot, pero más modesta que Kellynch Hall. Lo que para Anne era una cárcel, para sir Walter, Elizabeth y Mrs. Clay, que seguía de visita, era algo así como la octava maravilla del mundo.
En la casa familiar, esta vez, había una sorpresa, y fue la reaparición de Mr. Elliot, el primo díscolo que años atrás había roto con la familia tras contraer matrimonio por su cuenta y riesgo. Ahora había hecho las paces con sir Walter y era una compañía muy apreciada en Camden Place.
Anne no entendía muy bien el actual estado de cosas. Mr. Elliot había enviudado y, gracias a la fortuna de su difunta, ahora estaba en mejor posición económica que sir Walter. Considerando que ellas no tenían hermanos varones y que el heredero del título de baronet y de Kellynch Hall iba a ser él, no tenía necesidad de recomponer vínculos familiares. La única explicación que se le ocurrió es que ahora sí estuviese interesado en Elizabeth, y de ahí las frecuentes visitas a Camden Place.
Pero Anne se equivocaba. La culpable de las frecuentes visitas de Mr. Elliot no era Elizabeth, sino Mrs. Clay. Como Anne y Mrs. Russell, Mr. Elliot estaba al tanto de las intenciones de la amiguísima respecto a sir Walter, y no estaba por la labor de dejar que su tío profundizara relaciones -y mucho menos se casara- con semejante personaje. De modo que su presencia en Camden Place era un intento de boicotear cualquier historia que pudiera surgir entre los dos.
Tercera parte (Capítulos 17-24)
A pesar de no soportar a su padre y hermana (sobre todo la afectación de la que adolecían ambos), la vida social de Bath y el mismo Bath en realidad, Anne también tuvo alguna que otra sorpresa agradable. Como el reencuentro con una antigua compañera de internado, Miss Hamilton, que ahora era Mrs. Smith.
Mrs. Smith se casó con un hombre adinerado que había muerto arruinado dos años antes. Ahora ella estaba muy delicada de salud, prácticamente inválida, y su vida social se reducía al contacto con dos o tres personas. Vivía en Westgate Buildings, cerca de los baños termales de Bath, y se ganaba la vida confeccionando piezas de ganchillo que una enfermera amiga, Mrs. Rook, se encargaba de vender.
Anne no lo supo de primeras, ni tampoco en las sucesivas veces que visitó a Mrs. Smith, pero este reencuentro sería crucial para entender lo que en realidad estaba sucediendo en Camden Place. Mas en el corto plazo fue un motivo más de desencuentro con Elizabeth, que no entendía cómo pudiendo relacionarse con lo más granado de Bath, Anne elegía visitar a una viuda arruinada, enferma y sin renombre.
Las semanas pasaron y llegó el mes de febrero. En ese tiempo, Anne tuvo ocasión de tratar más a su primo, Mr. Elliot, una persona encantadora, que caía bien a todo el mundo y cuyo interés no estaba en Elizabeth, sino en Anne. Incluso Mrs. Russell tenía ciertas ilusiones puestas en una próxima boda. Pero Anne no sólo no estaba por la labor, sino que seguía viendo algo raro en Mr. Elliot, aunque no era capaz de precisar el qué.
Llegaron noticias de Uppercross gracias a la última carta de Mary, que anunciaba la próxima visita de los Croft a Bath, y el futuro enlace entre Louisa Musgrove y James Benwick. Esto sorprendió a Anne, que estando tan lejos no podía imaginar con precisión qué había pasado para que se diese semejante giro de los acontecimientos.

De todos modos, al cabo de los días el propio almirante Croft disipó sus dudas al encontrarse por la calle. No había sido una jugarreta de Benwick a Wentworth. Más bien, este último se alejó voluntariamente en cuanto Louisa empezó a mejorar. Benwick tomó el lugar de Wentworth y el tiempo hizo el resto. Y ahora Uppercross estaba próximo a celebrar un doble enlace: el de Henrietta con Charles Hayter y el de Louisa con el capitán Benwick.
Sin que el almirante, ni su esposa, ni Anne lo supiesen, el otro capitán, Wentworth, estaba en esos momentos viajando a Bath. Y Anne se lo encontró la siguiente vez que salió a dar un paseo. Sólo pudieron intercambiar unas palabras porque ella iba acompañada de, entre otros, Elizabeth y Mr. Elliot, pero aún tenía otra oportunidad de acercarse a Frederick: un concierto benéfico al que tendrían que asistir los Elliot, y al que sin duda también acudiría Wentworth.
La tarde del concierto Anne había quedado en visitar a Mrs. Smith, pero se excusó con ella, prometiéndole una visita después del acto para contarle con detenimiento el devenir de la velada. Acudió junto a su padre, su hermana y Mrs. Clay al lugar del concierto, siendo los primeros en llegar. Mientras esperaban a lady Dalrymple, benefactora del acto y prima de la familia, llegó el capitán Wentworth.
Frederick llegó solo y Anne no se lo pensó dos veces para saludarlo y entablar conversación. No le costó mucho. Charlaron de Lyme y del sorprendente noviazgo entre el capitán Benwick y Louisa, que Wentworth no censuraba, pero le sorprendía debido a la diferencia de caracteres entre ambos. Además, el capitán no entendía cómo un hombre que no hacía tanto tiempo había enviudado podía olvidar tan pronto a su difunta esposa. Apenas hablarían un cuarto de hora, pero bastó para que Anne estuviese alegre y radiante durante gran parte de la velada.
Lady Dalrymple llegó y tuvieron que detener su charla, siendo imposible reanudarla porque, además. Mr. Elliot (que aprovechó la velada para declararse veladamente) se pegó a Anne como una lapa. Apenas pudo intercambiar unas palabras con Wentworth en uno de los entreactos, antes de que Mr. Elliot volviera a importunarla y el capitán abandonase el recinto presa de los celos.
Ahora Anne tenía una cosa segura. Bueno, tenía tres: La más importante, que Wentworth seguía sintiendo algo por ella; la segunda, que ser amable con quien no debes te perjudica, y la tercera, que su primo sólo le iba a dar problemas con Frederick y tenía que pensar cómo deshacerse de sus atenciones. De todas formas, Anne aún no tenía ni idea de hasta qué punto Mr. Elliot era un lastre para ella.
Se enteró al día siguiente, cuando fue a visitar a Mrs. Smith, que, paradójicamente, sabía mucho mejor que ella lo que pasó en el concierto a pesar de no haber asistido. Mrs. Smith daba por hecho el matrimonio entre Anne y William Walter Elliot. Pero no era sólo Mrs. Smith: prácticamente todo Bath estaba al tanto de la supuesta relación entre los primos, y los círculos en torno a los Elliot daban por hecho el casamiento.
Esto a Anne le sentó como una patada en el estómago. Si Frederick no existiese, pues bueno, vete a saber qué habría pasado. Pero Frederick existía y estaba en Bath. Y aunque no estuviese en Bath. Ella ni había dado esperanzas a su primo, ni abrigaba la menor intención de ser la nueva lady Elliot. Anne no podía ser otra cosa que Mrs. Wentworth. Y si no era eso, no sería nada, como le hizo saber a Mrs. Smith no de muy buenas maneras y omitiendo el nombre del afortunado.
Aclarado el tema, Anne pasó a enterarse de otras cosas interesantes. Como que había sido Mrs. Smith, en otros tiempos amiga íntima de Mr. Elliot, quien había hablado a su primo de ella. Y como amigos íntimos que habían sido lo conocía muy bien. Si al principio de la visita, cuando creía posible el matrimonio, habló a Anne maravillas de Mr. Elliot, ahora le contó el lado oscuro de este personaje.
El matrimonio Smith conoció a Mr. Elliot años atrás, cuando ellos tenían una buena posición económica y él no tenía un duro. Le acogieron en su casa y lo trataron como un miembro más de la familia. Por aquel entonces, Mr. Elliot sólo tenía una idea en mente: hacer dinero rápido. Por eso se casó con la difunta Mrs. Elliot, que cumplía sus expectativas económicas, aunque carecía de pedigrí. Al Mr. Elliot de años atrás no le interesaba demasiado la baronía, y el único interés que tenía sobre Kellynch Hall era por cuánto podría vender la propiedad.
Pero los años habían pasado, y ahora, con el bolsillo lleno, concedía más interés a la baronía. En Bath vivía un buen amigo suyo, el coronel Wallis, quien, tras la llegada de sir Walter, Elizabeth y Mrs. Clay, le alertó de lo que todo el pueblo, menos Elizabeth, había visto: Que Mrs. Clay aspiraba a ser la nueva lady Elliot. Y como en su día a Mrs. Russell y la propia Anne, no le gustó. Entorpecer esa relación le llevó a fijar temporalmente su residencia en Bath y retomar las relaciones familiares.
En cuanto a la amistad del matrimonio Smith y Mr. Elliot, se rompió cuando los Smith empezaron a atravesar dificultades financieras y su antiguo amigo no les auxilió. Tras la muerte de Mr. Smith, su esposa recurrió a Mr. Elliot para que le ayudase a recuperar unas propiedades que su difunto tenía en las Indias Occidentales y habían sido embargadas. Pero la respuesta que recibió fue negativa.
Las esperanzas de Mrs. Smith estaban puestas en un probable matrimonio entre Anne y Mr. Elliot, confiada en que su amiga ejercería la presión suficiente para que Mr. Elliot se decidiera a ayudarle. Mas cuando Anne le dejó claro que tal boda no llegaría a celebrarse, cambió de parecer y le contó la verdadera cara de William Walter Elliot, apoyando el testimonio en pruebas documentales.
Ahora Anne ya sabía a qué atenerse. El interés de Mr. Elliot por ella era real, pero Anne no sólo no estaba interesada en él, sino que la conversación con Mrs. Smith le había dado más motivos para rechazarlo. Había leído una carta en la que Mr. Elliot hablaba de forma muy despectiva de sir Walter, y Anne no podía hacer oídos sordos ante tal afrenta. No obstante, determinó cortar gradualmente la confianza que había entre ella y su primo para no levantar las sospechas de éste.
Al volver a casa se enteró de que Mr. Elliot estaría un par de días fuera de Bath, lo que le daría un respiro al tiempo que le permitiría pensar cómo proceder con toda la información que ahora tenía. Quiso contarle todo a Mrs. Russell, pero la inesperada llegada de Charles y Mary le obligó a posponer sus planes.
Charles y Mary llegaron a Bath la noche anterior junto a Mrs. Musgrove, Mr. Harville y Henrietta. Mr. Harville tenía asuntos que resolver en Bath, y Mrs. Musgrove pensó que sería buena ocasión para hacer un viaje y ponerse al día con sus amistades del lugar. Además, aprovecharían para comprar los vestidos de boda de Henrietta y Louise.

Anne no cabía en sí de gozo, pues le gustaba la compañía de los Musgrove, tan distinta a la de su padre y hermana. Acompañó a Charles y Mary al hotel para saludar al resto de la comitiva y allí coincidió con los Croft y -como no podía ser de otra forma- con el capitán Wentworth. En la habitación también aparecieron sir Walter y Elizabeth, que fueron a repartir invitaciones para la reunión informal que tendría lugar en Camden Place al día siguiente.
La reunión había sido idea de Elizabeth, que ante la llegada de su hermana menor se veía obligada a tener algún gesto con los Musgrove. Invitarlos a comer, considerando que la familia conocía la opulencia de Kellynch Hall, habría sido reconocer públicamente que el estatus de los Elliot era menor que antaño. Así que para salir del paso se le ocurrió ofrecer una especie de merienda vespertina, más asequible y que contentaría a todos. O, al menos, a los Elliot, puesto que a su marcha quienes quedaron en la habitación suspiraron aliviados.
Anne, que antes de la visita de los Elliot había intercambiado algunas palabras con Wentworth, declinó la invitación a comer de los Musgrove y volvió a su casa. Eran demasiadas cosas de golpe y necesitaba tiempo para procesarlas, porque, además, sucedió algo inesperado en lo que también tenía que pensar: aquella mañana, de casualidad, Mary había visto por la ventana a Mr. Elliot (presuntamente fuera de Bath) y a Mrs. Clay paseando. Algo más estaba pasando ahí que se le escapaba.
Al día siguiente Anne no pudo acudir a desayunar con los Musgrove a White Hart (donde se hospedaban), ya que la lluvia caía con gran ímpetu sobre Bath. Cuando llegó a las habitaciones de la familia se encontró con que Mary y Henrietta habían salido, encomendando a Mrs. Musgrove que la retuviese hasta su vuelta. En la habitación ya estaban Mrs. Musgrove y los capitanes Harville y Wentworth.
Wentworth se sentó a escribir una carta. En otro lado de la habitación, Mrs. Musgrove y Mrs. Croft hablaban acerca de las futuras bodas y la inconveniencia de los noviazgos interminables, siendo las dos favorables a aquellas relaciones que culminasen en boda, como mucho, al cabo de un año.
Anne prestaba atención a la charla entre ambas mujeres. Ella tampoco era partidaria de los noviazgos eternos que quizá no lleven a ninguna parte, y eso también era lo que quiso evitar cuando cortó su relación con Frederick Wentworth. Por aquel entonces el matrimonio era inviable, y a ella le quedaba esperar que su prometido volviese a tierra con el capital suficiente para casarse. Su mirada se cruzó brevemente con la de Wentworth, que también parecía atento a la conversación.
El capitán Harville, ajeno a lo que ocurría en la sala, requirió la compañía de Anne. Le mostró un retrato que el capitán Benwick se había hecho tiempo atrás en El Cabo para regalárselo a su difunta esposa, Fanny Harville, y que ahora deseaba regalar a Louisa Musgrove. Benwick pidió a Harville preparar el regalo, y éste, decepcionado con la actitud de su cuñado, pidió a Wentworth que se encargara él.
Empezó ahí una interesante conversación entre Harville y Anne sobre quién quería más y olvidaba antes. Cada cual, obviamente, arrimaba el ascua a su sardina, aunque lógicamente no llegaron a ningún acuerdo. La amigable charla la interrumpió Mrs. Croft, que iba a despedirse de su hermano. En ese momento, Wentworth cerró rápidamente la carta que estaba escribiendo y procedió a salir junto a su hermana y el capitán Harville. Sin embargo, volvió enseguida, pues había olvidado sus guantes. Antes de recogerlos cogió una carta que había dejado entre los papeles y se la entregó a Anne. Luego, salió.
«Miss A. E.» rezaba el remite que Wentworth había escrito en el sobre. El capitán había escuchado atentamente la conversación que, a poca distancia suya, habían sostenido Anne y el capitán Harville, y recurrió a lo que tenía a mano, la pluma y el papel, para, por primera vez en años, ser sincero con Anne y decirle que sus sentimientos por ella no sólo no habían decaído en los ocho años de separación. Más al contrario: eran más fuertes ahora que entonces.
Lógicamente, Anne no quedó indiferente tras leer la misiva. Le embargó tal sentimiento de felicidad que, por mucho que lo intentara, le costaba hasta respirar. La casualidad quiso que en aquel momento llegaran Charles, Henrietta y Mary, que, viéndola en tal estado, se preocuparon y alertaron a Mrs. Musgrove. Era solamente ansiedad, pero ellos pensaron seriamente que estaba enferma.

Mrs. Musgrove mandó a Charles a buscar un coche que le llevase a Camden Place con la esperanza de que aquella tarde estuviese mejor. Pero Anne rechazó el coche. Emprendió la vuelta a casa andando, acompañada de Charles, que seguía preocupado por ella. En realidad, no quería la compañía de su cuñado, pero no podía rechazarla. Así que emprendieron el camino a Camden Place cuando, a pocos metros, se les unió el capitán Wentworth.
Para acompañar a Anne, Charles rechazó acudir a la cita que tenía con el armero, quien le iba a enseñar una pieza única. Así que pidió a Wentworth que llevase a la joven al domicilio paterno. No hace falta decir la alegría que suscitó esto en Anne y Frederick, que debieron esforzarse en ocultar lo felices que les hacía quedarse solos. Con Charles fuera de circulación, la pareja dio un largo paseo, rememorando el pasado y analizando lo acontecido desde su reencuentro en Uppercross.
Efectivamente, el rencor acumulado por Wentworth le llevó a dejarse querer por las dos hermanas Musgrove, y cuando Henrietta volvió con Charles Hayter, Frederick se hizo el firme propósito de enamorarse de Louisa Musgrove. Pero, amigo, las cosas no funcionan así. Llegó a creer que había olvidado a Anne, hasta que se cruzaron con Mr. Elliot en la playa de Lyme y éste se interesó por ella. Ahí empezaron sus celos. Pero, a la vez, se dio cuenta de que no era tan sencillo volverse atrás.
Cuando Louisa tuvo el accidente que le llevó a casa de los Harville, Wentworth se dio cuenta de que el capitán les daba por prometidos, y no era el único. Wentworth no amaba a Louisa, pero no había hecho el menor amago de separarse de ella, lo cual llevó a pensar a todo el mundo que la estaba cortejando. Ahora estaba en juego el honor de la muchacha, y Frederick debería acarrear con las consecuencias de no haber sabido gestionar sus sentimientos.
Por hacer el tonto se veía destinado a una boda con una mujer a la que apreciaba, pero no quería. Y asumir esto no es fácil. Por eso, cuando vio que Louisa empezaba a recuperarse, se fue de Lyme con la excusa de visitar a su hermano Edward, con quien estuvo seis semanas. Tiempo suficiente para que se obrase el milagro y Benwick conquistara a Louisa. Wentworth no veía esa relación, pero no iba a oponerse a ella porque, literalmente, le había salvado de la condena.
Al verse libre de nuevo, viajó a Bath con el objetivo de reconquistar a Anne. Y allí se dio de bruces con Mr. Elliot, que siempre estaba en medio como el jueves. Afortunadamente, Anne se dio cuenta de lo que pasaba y se las apañó para ir soltando cosas aquí y allá, con la esperanza de que Wentworth entendiese que aún estaba enamorada de él. Le costó, para qué negarlo, pero por fin la conversación con el capitán Harville surtió el efecto deseado.
El paseo tocó a su fin, pero Anne estaba radiante cuando volvió a Camden Place. Y mantuvo su excelente humor durante la fiesta vespertina, a la que por supuesto acudió el capitán Wentworth. Ya no le importaba Mr. Elliot, ni la arrogancia casi ridícula de sir Walter y Elizabeth, ni tampoco los tejemanejes de Mrs. Clay. En sus pensamientos sólo había espacio para la reciente reconciliación con Frederick, a quien buscaba de vez en cuando con alguna excusa para hablar.
El fin de la historia, pues está claro. Sir Walter añadió al baronetario la fecha de la boda entre Anne y Frederick. Mr. Elliot desapareció casi a la misma velocidad que había llegado, y al poco tiempo, Mrs. Clay hizo lo propio. Se rumoreó que vivía en Londres bajo el amparo de William Walter Elliot, que de ese modo frustraba definitivamente cualquier plan que pudiese dar al traste con su futura herencia. Y Mrs. Russell, pese a sus reticencias, aceptó la relación entre Anne y Wentworth.
Mary, por su parte, se alegró, aunque dejando entrever su hipocresía y profundo egoísmo. Cuando parecía que Wentworth se casaría con Louisa, veía bien que al capitán le distinguiesen con el título de baronet. Sin embargo, ahora que la afortunada era Anne, rechazaba ese título para él, puesto que eso habría dado a Anne mayor estatus.
Anne, en medio de su felicidad, sólo lamentaba que su marido no tuviese una familia política acorde a las circunstancias. En ninguno de los Elliot podía encontrar Frederick un afecto sincero, aunque esa carencia venía a suplirla Mrs. Russell y también Mrs. Smith, a quien Wentworth ayudó a restituir las propiedades de su difunto esposo en las Indias Occidentales.
Personajes de Persuasión
- Personajes principales:
- Anne Elliot: Al comienzo de la historia tiene veintiséis años. Es la hija mediana de sir Walter Elliot y su difunta esposa. A diferencia de su padre y hermanas, Anne es inteligente, sensata y bondadosa. Carece del orgullo de los Elliot, que no es más que clasismo mal llevado. En el pasado tuvo un romance con Frederick Wentworth, a quien dejó aconsejada por Mrs. Russell. En realidad, a lo que renunció Anne fue a un noviazgo largo e incierto, pero esto lo ha entendido con el tiempo. El reencuentro con Wentworth reaviva los antiguos sentimientos, aunque la reconciliación no está exenta de problemas.
- Frederick Wentworth: Capitán de la Marina Inglesa. Wentworth ha vuelto a tierra firme tras años de servir en la Marina, lo que le ha granjeado un capital considerable. No perdona a Anne que le dejase por, según él, obedecer a otra persona (Mrs. Russell). Considera a Anne floja de carácter y en su búsqueda de esposa se acerca a Louisa Musgrove, una persona de ideas más firmes, pero de quien se acaba alejando. En realidad quiere a Anne, pero es terco y obstinado. Se da cuenta de su error cuando Mr. Elliot se fija en ella y él teme perderla. A partir de ahí hace todo lo posible por recuperarla.
- Familia Elliot:
- Sir Walter Elliot: Aristócrata venido a menos. Sir Walter es viudo, no se ha vuelto a casar en teoría por dedicarse al cuidado de las hijas, pero al principio de la novela la autora desvela que tuvo un par de relaciones frustradas. Manirroto y vanidoso (cosa que confirma el almirante Croft al describir su tocador lleno de espejos), valora a las personas en función de su estatus social. A ojos de sir Walter, el 90% de las personas no son dignas de relacionarse con él.
- Elizabeth Elliot: La hija mayor. Tiene el mismo carácter de su padre y es la favorita de sir Walter. Se presenta como una muchacha atractiva (al contrario que Anne, que ha desmejorado con los años, Elizabeth ha ganado apariencia en ese tiempo), pero al final de la historia es la única de las hermanas que permanece soltera. Y no parece que la cosa vaya a cambiar, ya que al único que ve como posible esposo es a su primo, Mr. Elliot, que no quiere casarse con ella.
- Mary Elliot Musgrove: Hija menor de sir Walter, está casada con Charles Musgrove y tiene dos hijos, Charles y Walter. Mary es clasista, petulante, egoísta e hipocondríaca, aunque esto último sería un recurso más para llamar la atención sobre su persona. La única diferencia entre Mary, Elizabeth y sir Walter es que Mary aprecia ligeramente a Anne, al menos en tanto le es útil.
- William Walter Elliot: Sobrino de sir Walter y heredero del título de baronet y de Kellynch Hall al carecer su tío de descendencia masculina. Mr. Elliot es una persona egoísta que sólo mira por su interés. Hizo fortuna al casarse con una mujer de clase inferior que acabó falleciendo y ahora quiere asegurar el título de baronet, impidiendo que su tío vuelva a casarse y pueda tener un hijo varón. Pretende a Anne, pero esta no le corresponde. Cuando Anne anuncia su compromiso con Wentworth, Mr. Elliot desaparece de Bath y corta definitivamente la relación con los Elliot.
- Mrs. Russell: Si bien no es de la familia, la incluyo aquí porque la estrecha relación que mantenía con lady Elliot le llevó a ocupar en parte su sitio en Kellynch Hall. Es viuda y sin planes aparentes de matrimonio. Adora a las hijas de sir Walter, especialmente a Anne, que le recuerda a su difunta amiga. En el pasado instigó la ruptura de Anne y Frederick, razón por la que el capitán no tolera su presencia, aunque al final la historia cambia.
- Familia Musgrove:
- Matrimonio Musgrove: Los Musgrove son terratenientes que viven en la Casa Grande de Uppercross. A pesar de su posición económica (superior a la de los Elliot, aunque no pertenecen a la aristocracia como ellos) es gente sencilla y hogareña, de carácter alegre y despreocupado. Anne disfruta más la compañía de los Musgrove que la de su propia familia.
- Charles Musgrove: Hijo mayor de los Musgrove. Antiguo pretendiente de Anne y actualmente casado con Mary. Digamos que se soportan. La mayor afición de Charles es la caza, a la que dedica gran parte de su tiempo.
- Henrietta Musgrove: Está prometida con Charles Hayter, primo carnal suyo por parte de madre, aunque cuando conoce a Frederick Wentworth se le olvida un poco esa historia con el consiguiente cabreo de Hayter. Es joven y un tanto alocada, aunque de carácter un tanto voluble.
- Louisa Musgrove: La hija menor de los Musgrove. Como su hermana, se fija en Wentworth cuando este llega a Uppercross y parece que ambos inician un noviazgo, pero este se rompe tras el accidente que Louisa sufre en el Cobb de Lyme. Se acaba prometiendo con el capitán Benwick, cosa que pilla por sorpresa a todo el mundo.
- Dick Musgrove: El difunto hijo de los Musgrove y la razón por la que el matrimonio abre las puertas de la Casa Grande al capitán Wentworth. Dick, por decirlo finamente, era lo que se dice un prenda. En su casa no lo soportaban y le empujaron a enrolarse en la Marina, donde tampoco lo soportaban. Pero en sus cartas hablaba afectuosamente de Wentworth, y Mrs. Musgrove, pensando que por fin había tenido un amigo, quiso conocer al capitán. Lo cierto es que Wentworth también intentó quitárselo de encima, aunque obviamente nunca lo reconoció ni en la Casa Grande, ni en Uppercross.
- Otros personajes:
- Mr. Shepherd: Abogado de sir Walter. Cuando los Elliot se arruinan tiene la idea de poner en alquiler la propiedad de Kellynch Hall.
- Mrs. Clay: Hija de Mr. Shepherd. Viuda y con dos hijos, traba amistad con Elizabeth para acercarse a sir Walter, a quien pretende seducir. Al final se va a vivir a Londres como protegida de Mr. Elliot.
- Los Croft: El almirante Croft y su esposa son los inquilinos de Kellynch Hall. Es un matrimonio bien avenido, en opinión de Anne, los mejores moradores que podía tener Kellynch. Se da la circunstancia de que Mrs. Croft es hermana del capitán Wentworth, razón por la que éste reaparece en Somerset: ha ido a pasar una temporada con su hermana.
- Los Harville: El capitán Harville es un antiguo compañero de Wentworth que se establece temporalmente en Lyme, donde vive con su esposa y otro capitán de la Marina, James Benwick. El matrimonio Harville acoge en su casa a Louisa tras el accidente que tiene en el Cobb.
- James Benwick: Capitán de la Marina y cuñado del capitán Harville, ya que estuvo casado con su hermana. Ahora es viudo. En principio parece interesarse por Anne, pero tras marcharse esta de Lyme empieza a intimar con Louisa, a quien acaba pidiendo en matrimonio. Esto enfría un poco su relación con Harville, que piensa que Benwick se ha olvidado demasiado pronto de su hermana.
- Mrs. Smith: Antigua compañera de internado de Anne y examiga íntima de Mr. Elliot. Gracias a ella Anne se entera de que todo Bath da por hecho su matrimonio con su primo. Mrs. Smith es quien cuenta a Anne el oscuro pasado de Mr. Elliot y las aviesas intenciones que tiene en la actualidad.
En el libro aparecen más personajes, pero para no extenderme más de lo necesario listo los más relevantes, o los que tienen más funciones en varios tramos de la novela.