Los crímenes de la calle Morgue (Edgar Allan Poe)

El arte de resolver crímenes en París.

Los crímenes de la calle Morgue, escrito por Edgar Allan Poe. Publicado en abril de 1841 en la revista Graham’s Magazine. El relato pertenece al género policiaco y de terror, se centra en el horrible asesinato de dos mujeres. La policía no encuentra una explicación lógica para poder resolver los crímenes hasta que Auguste Dupin, con su perspicacia, lo resuelve. Este personaje detectivesco aparecerá en dos relatos más: El misterio de Marie Rogêt (1842) y La carta robada (1844).

Resumen de Los crímenes de la calle Morgue

Nos situamos en el siglo XIX (no nos dice el año exacto, pero nos hacemos una idea de la época a la que se refiere el autor), entre primavera y verano. El relato se sitúa en la romántica ciudad de París, aunque esta historia no tiene mucho de romántica. El narrador nos cuenta que conoció en esta bonita ciudad a C. Auguste Dupin, concretamente en la biblioteca situada en la calle Montmartre. Los dos buscaban el mismo libro, esto les unió y se hicieron buenos amigos. Tan lejos llegó su amistad, que decidieron irse a vivir juntos el tiempo en el que nuestro narrador permaneciera en París.

Como el narrador tenía una economía desahogada y Dupin no, decidió hacerse cargo de los gastos del alquiler de una casa grande abandonada hace mucho tiempo. También asumió los gastos de los muebles. A Dupin le encantaba la noche. Y su amigo, que hacía cualquier cosa por él, se adaptó a sus gustos. Simulaban que era de noche todo el tiempo. De día cerraban todas las ventanas de la casa, encendían las luces y por la noche salían a pasear por las calles de la ciudad.

Observando una tarde la Gazette des tribunaux, les llamó la atención la noticia de un asesinato. Los hechos ocurrieron a las tres de la madrugada. Fuertes gritos procedentes del cuarto piso de una casa de la calle Morgue despertaron a los vecinos. Aquí vivían madame L`Espanaye y su hija mademoiselle Camille L’Espanaye. Tuvieron que forzar la puerta con una palanca de hierro porque estaba cerrada con llave. Al entrar en el cuarto lo vieron desordenado, los muebles rotos y esparcidos por toda la estancia. Sobre una silla encontraron una navaja llena de sangre. En la chimenea, dos o tres mechones de pelo cano llenos de sangre, que habían sido arrancados de raíz.

La casa de cuatro plantas situada en la calle Morgue
Los crímenes de la casa Morgue © Arthur Rackham

En el suelo había diversas cosas de valor, entre ellas cuatro mil francos de oro. Como había mucho hollín por la casa, miraron en la chimenea. Allí encontraron el cadáver de la hija. Tenía numerosos arañazos en cara y cuello, y muchas magulladuras por todo el cuerpo. Parecía que había sido estrangulada. En el patio, situado en la parte posterior del edificio, se encontró el cuerpo de la madre con el cuello degollado. Al día siguiente el periódico publicó otro artículo sobre el misterioso crimen. En él exponía que habían sido interrogadas numerosas personas para intentar esclarecer los hechos.

Pauline Dubourg declaró que madre e hija se llevaban bien y nunca vio a nadie más en la casa. Pagaban puntualmente el alquiler. No sabe muy bien cómo se ganaban la vida, pero sospechaba que la madre echaba la buenaventura.

Pierre Moreau declaró que madre e hija llevaban viviendo en la casa seis años. Madame L’Espanaye era la propietaria. Consideraba que la mujer era muy mayor y tenía comportamientos propios de esa edad. A la hija la había visto en muy pocas ocasiones durante todos esos años, unas cinco o seis veces. Las dos llevaban una vida muy aislada, tenían fama de adineradas. Las habladurías decían que la madre se dedicaba a echar la buenaventura, pero lo dudaba porque no veía entrar gente a la casa.

Isidoro Muset (gendarme) declaró que cuando llegó a la casa, encontró entre veinte y treinta personas intentando entrar. Con la bayoneta pudo abrir la puerta. Mientras forcejeó con la puerta se escucharon los gritos, pero cuando la abrió, cesaron. Parecían alaridos llenos de mucha angustia. Oyó dos voces que discutían, le pareció que una hablaba en francés, la otra voz era muy extraña. Distinguió dos palabras, sacre y diable, pero no era voz de mujer. La segunda voz era extranjera, tal vez española y no podía distinguir si se trataba de un hombre o de una mujer. Vio el estado de destrucción en el que se encontraba la casa y descubrió los cadáveres.

Henri Duval corroboró la declaración de Muset. Consideró que la voz no era de un francés, más bien de un italiano, aunque no conoce este idioma. Conocía a las dos víctimas y las voces no pertenecían a ninguna de las dos. Otro testigo, Odenheimer, no hablaba francés, por lo que necesitó un traductor para hacer la declaración. Corroboró lo que habían dicho los demás testigos, excepto que una de las voces era de un francés. Las palabras que entendió fue sacre y diable, que escuchó varias veces. También escuchó una sola vez la palabra «man dieu».

Jules Mignaud declaró como banquero que madame L’Espanaye retiró tres días antes de su muerte cuatro mil francos en monedas de oro. Un empleado del banco, Adolphe Le Bon, acompañó a madame a su casa con esta cantidad de dinero repartida en dos talegas. William Bird oyó cómo discutían las voces y las palabras sacre y mon dieu. Una de las voces era francesa, pero la otra le pareció que podía ser de una mujer y, aunque no entendía alemán, parecía que habló en esta lengua.

Paul Dumas es el médico que reconoce los cadáveres, declaró que el cuerpo de la mujer joven estaba muy magullado, con arañazos en la barbilla. Presentaba signos de estrangulamiento. El cuerpo de la mujer mayor estaba horriblemente mutilado. No sabía muy bien cómo se habían podido producir estas heridas, pues requerían de una gran fuerza para provocarlas. Alexandre Etienne, cirujano, fue llamado al mismo tiempo que el médico para examinar los cuerpos, y corroboró lo dicho por Paul Dumas.

Por la tarde el periódico anunciaba la detención de Adolphe Le Bon. Se le acusaba de ser el autor de los crímenes de la calle Morgue. Dupin propuso a su amigo investigar el caso, pidieron permiso antes al prefecto de policía al que conocía. Lo primero que hicieron fue husmear por los alrededores, después entraron en la casa donde inspeccionaron los hechos ocurridos. Dupin llegó a la conclusión de que había implicadas terceras personas en el asesinato. Analizando las declaraciones de los testigos dedujo que todos coincidían en la voz francesa, pero ninguno tenía claro el idioma de la otra voz.

Se preguntó cómo escaparon los asesinos. Las puertas estaban cerradas desde dentro y la chimenea era muy estrecha como para salir por ella. Al examinar las ventanas se percató de que una de ellas se podía abrir con astucia, se ve que esto no lo contempló la policía. Por una ventana es por donde salieron y entraron los asesinos. En cuanto al móvil de los hechos, no fue el robo el motivo, ya que las monedas de oro seguían en la casa y los enseres de valor no habían desaparecido.

El responsable de los crímenes de la calle Morgue
El orangután que lo provocó todo. Imagen generada por Bing.

Llegó a la conclusión de que el autor de los crímenes de la calle Morgue tuvo que tener mucha fuerza para matar de esa forma tan violenta a las víctimas. Esa violencia no pudo provenir de un humano, pero sí de un animal.

Ya en su casa, Dupin le enseñó a su amigo el periódico. Anunciaba que habían capturado a un orangután y que podía recogerse en una dirección, concretamente en la casa donde vivía Dupin y nuestro narrador. Poco después entró alguien en la casa, puesto que habían dejado las puertas abiertas. Era un marinero en busca de su orangután, y Dupin le convenció para que le contara cómo ocurrieron los crímenes de la calle Morgue, ya que había una persona inocente en la cárcel. El marinero confesó que el animal se le escapó y vio cómo asesinó a las mujeres. Después de esta confesión, Adolphe Le Bon fue puesto en libertad.

Personajes de Los crímenes de la calle Morgue

Estos son algunos de los personajes del relato de Los crímenes de la calle Morgue:

  • Narrador: Ignoramos su hombre. Es amigo de Dupin, vive con él.
  • Auguste Dupin: Pertenece a una ilustre familia, pero por circunstancias de la vida perdió su riqueza y su situación económica es complicada. Se le da bien resolver jeroglíficos y acertijos. Le encanta el cálculo. Puede resolver cualquier enigma que otra persona no es capaz de ver, como si tuviera un superpoder para esto.
  • Pauline Dubourg: Es lavandera, ha lavado la ropa de las dos víctimas durante tres años.
  • Pierre Moreau: Es estanquero. Desde hace cuatro años le vendía el tabaco y el rapé a madame L’Espanaye.
  • Isidoro Muset: Es el gendarme al que avisaron al escuchar los gritos.
  • Henri Duval: Vecino del edificio. Es platero, se dedica a labrar y a vender la plata.
  • Odenheimer: Es restaurador. Se ofrece voluntario a declarar. Es de Ámsterdam.
  • Jules Mignaud y Adolphe Le Bon: Trabajan en el banco donde madame L’Espanaye tenía su dinero. Este último es detenido injustamente por el asesinato.
  • William Bird: Sastre. Es inglés, ha vivido dos años en París.
  • Paul Dumas y Alexandre Etienne: Médico y cirujano respectivamente, son llamados para examinar los cuerpos.

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