La señora Cornelia (Miguel de Cervantes)
X Episodio de las «Novelas Ejemplares».
La señora Cornelia es la décima de las Novelas Ejemplares publicadas en 1613 por Miguel de Cervantes. No vamos a engañarnos: no es de los relatos más amenos de leer. De La señora Cornelia hay quien dice que es una de las novelas menos ejemplarizantes, y en general no es de las que goza de mayor estima. Sin embargo, el problema de Cervantes es que no basta con leer lo que escribe, porque las más de las veces lo que escribe oculta algo.
Si me limito al argumento de la historia, La señora Cornelia es un relato más sobre una doncella ultrajada que busca restablecer su honra. Como ya hiciera en La española inglesa, Cervantes introduce personajes reales -el duque de Ferrara y su madre-, y personajes ficticios integrados en una familia que fue real: los Bentivoglio (Bentibolli en la ficción).
Resumen detallado de La señora Cornelia
A la ciudad italiana de Bolonia llegaron, allá por 1574 o 1575[1], Juan de Gamboa y Antonio de Isunza. Eran dos jóvenes vizcaínos de edad similar (26 Juan, 24 Antonio) y familia acomodada. Los mozos estudiaban en Salamanca cuando decidieron ir a Flandes para ver mundo y guerrear un rato, tal como se estilaba en la época. Pero, casualidad, cuando llegaron resultó que la cosa estaba tranquila, por lo que emprendieron el retorno a España para alborozo de sus padres.
En el viaje de vuelta pasaron por Italia. Al llegar a Bolonia quedaron encantados con su universidad, así que dispusieron seguir allí sus estudios. Los padres, felices con la idea, procedieron a enviar a sus vástagos todo lo necesario para vivir cómodamente y hacer gala de su estirpe, no fueran a confundirlos con un par de inmigrantes descastados.
Antonio y Juan ingresaron en la universidad. Cuenta el narrador que en Bolonia eran conocidos por ser «muy gentiles hombres, músicos, poetas, diestros y valientes». Se hicieron con un amplio círculo de amigos de todas las nacionalidades en el que sobresalían por su nobleza, honestidad y liberalidad, y de vez en cuando gustaban de tener «honesta» compañía femenina.
Los jóvenes eran una suerte de Zipi y Zape del Siglo de Oro. A todas partes iban juntos, y si había que meterse en líos, también lo hacían juntos. Normalmente no salían por la noche, pero cuando salían tenían una ruta fija. Y claro, salían juntos.
El paseo de Juan
Cierta noche, Juan quiso ir a dar un paseo. Pero Antonio tenía que rezar, así que acordaron que Juan se iría primero, y Antonio le daría alcance al acabar sus rezos. Serían sobre las once cuando Juan salió, dispuesto a hacer la ruta acostumbrada. Mas echaba de menos la conversación de su amigo y decidió volver.

Al pasar por una calle de portales marmolados, alguien le chistó desde una puerta. Juan se acercó, y una persona a la que no pudo ver le preguntó si era Fabio. Él contestó que sí, que era Fabio, lo cual no era muy noble ni honesto, pero esas menudencias se confiesan luego y en paz. La voz le entregó algo que Juan no identificó. Le encargó que lo pusiera a buen recaudo y que volviese después.
La puerta se cerró. De inmediato sonó el llanto de un bebé y Juan se dio cuenta del problema que tenía. No podía dejar a la criatura allí tirada y marcharse, por lo que decidió llevarla a la posada y ponerla al cuidado del ama de llaves. La muda del bebé revelaba que procedía de familia de alta alcurnia, así que Juan mandó al ama cambiársela por otra más pobre y entregarlo a una partera. La partera, además de alimentarlo, sabría qué hacer con él a cambio de un generoso pago. Hecho esto, volvió a salir.
Iba hacia la casa donde la voz le había entregado al bebé, pero se detuvo un poco antes al escuchar una trifulca al otro lado de la calle. Fue a ver qué pasaba y vio que un grupo de espadachines atacaba a un fulano. Y aunque Juan no conocía a nadie ni tenía idea de por qué peleaban, la situación de inferioridad del hombre sacó a relucir su lado noble. Desenvainó su espada y se aprestó a defenderlo. Mas no pudo evitar que las espadas enemigas le alcanzasen. Creyéndolo muerto, intentó espantar al grupo para poder atenderlo.
Los vecinos, alarmados por el jaleo, alumbraron la calle con antorchas para ver qué sucedía. Esto dispersó a los atacantes y Juan pudo socorrer al herido. Resultó estar bien, ya que portaba un peto de diamante que le había librado de la estocada. Juan, que había perdido su sombrero durante la pelea, cogió el primero que vio y se lo puso. Luego procedió a presentarse al misterioso hombre, quien dijo estar en deuda con él, pero declinó dar su nombre.
Entonces llegó otro grupo, esta vez camaradas del desconocido. Este buscó un sombrero que ponerse, pues también había perdido el suyo. Juan le quiso dar el que había cogido poco antes, pero el hombre declinó el ofrecimiento. Le dijo que lo guardara y que, sobre su nombre, ya aparecería alguien que se lo dijese. Se despidieron y el grupo desapareció en la noche.
Juan enfiló el camino de vuelta a la posada. No había llegado cuando se encontró a Antonio, quien lo estaba buscando porque también había tenido una noche toledana.
Cornelia y Lorenzo: Los Bentibolli

Allá a la medianoche Antonio terminó sus rezos y salió en busca de Juan. Pero en lugar de a su amigo, encontró a una dama en apuros. Esta, alegrándose mucho de haber topado con un español[2], le pidió ayuda. Y Antonio la llevó a la posada y la dejó en su habitación a cargo del ama de llaves, que esa noche también estaba surtida de trabajo.
La mujer resultó ser Cornelia Bentibolli, una joven conocidísima en el lugar, de quien se decía que era muy hermosa aunque nadie había visto su rostro. Cornelia y su hermano Lorenzo quedaron huérfanos a temprana edad, pero heredaron riqueza suficiente para vivir cómodamente el resto de sus días. No en vano, pertenecían a la ilustre familia Bentibolli[3].
En caso de orfandad, el hermano varón asumía el papel del padre como guardián de la virtud de su hermana. Y Lorenzo esto se lo tomó muy en serio, hasta el punto de no llevarla nunca con él ni dejar que la viese varón. Mas le pasó como a Felipo de Carrizosa[4], y, pese a sus precauciones, Cornelia no sólo vio varón, sino que también lo cató. Y nueve meses después llegaron las consecuencias.
Cornelia era consciente del lío que había armado fuera, así que pidió a Antonio que saliese a la calle y, en caso de ver barullo, acudiese a poner paz. Pero la bronca que buscaba Antonio era en la que había participado Juan, quien le contó su historia. Puestos al día, llegaron a la posada y se dirigieron a la habitación de Antonio.
El duque de Ferrara

Juan no quiso entrar en la alcoba para no ofender a la mujer y se quedó en la puerta. Pero Cornelia, viendo el sombrero que llevaba puesto, se dirigió a él: «Entrad, señor duque, entrad. ¿Para qué me queréis dar con tanta escaseza el bien de vuestra vista?». Esto chocó a los amigos, que procedieron a sacarla de su error. Mas ahí ya sabía Juan a quién había ayudado aquella noche. Nada menos que a Alfonso de Este, duque de Ferrara.
Lo que Cornelia reconoció fue el sombrero[5] de Juan, que pertenecía al hombre a quien ayudó en la trifulca. Una vez supo que el duque de Ferrara estaba bien, la joven se dispuso a contarles el resto de su historia.
En ese momento, el bebé (que seguía al cuidado del ama de llaves) se puso a llorar. Cornelia lo escuchó, y pensando que era un niño abandonado, dijo que se lo llevasen para amamantarlo. Pero cayó en la cuenta de que recién parida no podía amamantar[6], así que lo entregó de nuevo al ama, pidiendo que se lo llevara a la mañana siguiente.
A esas alturas, a los mozos les faltaba un dato por saber. Bueno, dos. El primero, que Cornelia había parido aquella misma noche, y el segundo, que el padre de la criatura era el duque de Ferrara. Demasiadas emociones para una noche. Antes de retirarse a dormir, mandaron al ama llevar a Cornelia al bebé con las mudas que tenía al principio. Así reconoció Cornelia a su hijo.
A la mañana siguiente, Juan y Antonio se reunieron con Cornelia tras dar una vuelta por los alrededores. Mientras charlaban llegó una visita sorpresa: era Lorenzo. Cornelia se puso de los nervios pensando que su hermano venía a por ella, pero a quien buscaba Lorenzo Bentibolli era a Juan de Gamboa. Extrañado, el vizcaíno salió a hablar con el visitante.
Las aguas vuelven a su cauce
Lo que quería Lorenzo es que Juan le ayudara a encontrar al duque de Ferrara, pues sabía que fue él quien deshonró a su hermana tras prometerle matrimonio. Y Juan, que le había cogido el gusto a eso de meterse en líos, aceptó. Antonio (que no se fiaba demasiado de Lorenzo) insistió en acompañarles, y pese a los ruegos de Cornelia, al día siguiente partieron los tres rumbo a Ferrara.

Según se fueron, Cornelia contó la historia al ama. Esta pensó que Lorenzo había usado una treta para sacar a los españoles de la posada, matarlos y volver a por Cornelia. Y Cornelia se vio muerta a manos de su hermano. Total, que cogieron al bebé y huyeron a refugiarse a una iglesia cercana a Ferrara, llevando consigo a una partera para alimentar al niño.
Mientras tanto, Lorenzo se enteró de que el duque no estaba en Ferrara, sino en Bolonia, así que dieron la vuelta, encontrándose con un grupo de gente que viajaba en sentido opuesto. Juan convenció a Lorenzo de que esperase mientras él iba al encuentro de los viajeros. Llevaba puesto el sombrero del duque, pero había cubierto los diamantes con una cintilla que retiró cuando estuvo a cierta distancia de Bentibolli.
El duque, que iba en la comitiva, reparó en el sombrero y reconoció a Juan. Hablaron durante un rato. Gamboa le puso al tanto de todo lo sucedido, avisándole de que con él viajaba Lorenzo. Y el duque excusó no haberse casado con Cornelia aludiendo que su madre estaba a punto de morir y su deseo era que Alfonso matrimoniara con Livia, hija del duque de Mantua. Una vez la duquesa falleciera, él tendría vía libre para casarse con Cornelia.
A un gesto de Juan se acercó Lorenzo. Se aclararon malentendidos y todos juntos marcharon a Bolonia a recoger a Cornelia y al niño. Mas hete aquí que cuando llegaron a la posada no estaban. La buscaron en vano, pero nadie sabía de ella.
Apesadumbrado, el duque resolvió volver a Ferrara. Lorenzo quedó en Bolonia, pues antes o después Cornelia debía aparecer, no se la podía haber tragado la tierra. A medio camino, el duque de Ferrara hizo un alto para descansar, casualmente, en la misma iglesia donde se habían escondido Cornelia y el ama. Y el cura, al que ya habían puesto al día, salió a su encuentro.

Primero se aseguró de las intenciones de Alfonso con Cornelia. Una vez convencido de que el duque cumpliría su palabra y restablecería el honor de la muchacha, le entregó al bebé. Luego lo acompañó a encontrarse con Cornelia. Aquello fue una explosión de alegría, y el duque mandó a su criado a Bolonia para buscar a Lorenzo, Juan y Antonio.
Estando todos reunidos en una iglesia y con el cura presente, la cosa no podía acabar sino en boda. Con Juan de Gamboa como padrino se procedió al enlace de Alfonso, duque de Ferrara, con Cornelia de Bentibolli. Mas en consideración con la salud de la duquesa madre, decidieron callar la noticia por el momento y la señora Cornelia regresó a Bolonia con su hermano.
Días después la duquesa murió[7] y Cornelia entró en Ferrara, ya siendo oficialmente la esposa del duque de Ferrara. A las celebraciones acudieron también Juan y Antonio, a quienes el duque quiso agradecer sus favores dándoles a dos primas suyas. Ellos declinaron la oferta: Como vizcaínos debían casarse en su tierra. Igualmente fueron agasajados con multitud de obsequios.
La historia termina con el regreso de Juan de Gamboa y Antonio de Isunza a tierras vizcaínas. Allí se casaron con mujeres ricas y hermosas de las que no se sabe si tuvieron descendencia. Lo que sí cuenta el narrador es que por el resto de sus vidas mantuvieron la correspondencia con Lorenzo Bentibolli y los duques de Ferrara.
Análisis de los personajes de La señora Cornelia
A veces he empezado a escribir el resumen de alguna de las Novelas Ejemplares pensando: ¿qué puedo contar sobre esto, si no da para más de dos párrafos? Y a medida que iba escribiendo encontraba la chicha no en el relato en sí, sino en los personajes. En la primera lectura, La señora Cornelia me pareció una novela insulsa y pesada de leer. Otra doncella desflorada -pensé-, pero luego vi matices en los personajes que me habían pasado desapercibidos. Es por esto que me alargo más que de costumbre con ellos.
Juan de Gamboa y Antonio de Isunza
Los menciono juntos porque por separado ninguno de los dos tiene mucho recorrido. No sabemos gran cosa de ellos, salvo que estudian (ignoramos qué). Son jóvenes de familias bien posicionadas, con un comportamiento público intachable y liberales. Sin embargo, llaman la atención algunas cosas.
La primera es que van juntos a todas partes. Estudian juntos en Salamanca, van juntos a Flandes, luego recorren Italia juntos y, por último, deciden establecerse en Bolonia (juntos, pero no revueltos, ya que viven en una posada) donde siempre se les ve juntos. Todo lo hacen juntos, e incluso gozan de la «honesta» compañía femenina juntos. Cuando Juan sale a pasear una noche sin Antonio, al poco echa tanto de menos su compañía que decide volver a la posada.
La segunda es cuando Juan decide acompañar a Lorenzo y Antonio insiste en seguirles a distancia. No se mezcla con ellos; se queda en segundo plano, vigilante, por si Juan precisara ayuda. Sin embargo, en su habitación tiene a una joven noble (la más hermosa de Bolonia) que queda desamparada. Pudiera entenderse como que Antonio conoce la inquina italiana hacia los españoles y teme una trampa de Lorenzo. Pero Antonio también sabe que Cornelia corre riesgo en su habitación. Aun así, termina acompañando a su amigo.
También llama la atención que Cornelia pregunte a Antonio si es español cuando se lo encuentra en la calle mientras busca ayuda. Los italianos odiaban a los españoles, no se fiaban de ellos. Entonces, ¿qué pudo llevar a la joven, sola, en mitad de la noche (en aquel tiempo no había alumbrado como tenemos ahora) a pedir la ayuda de un español? Se encontraron cerca de la posada. ¿Buscaba Cornelia al español por el hecho de ser español? ¿Por noble? Ella no tenía contacto con el exterior, pero su entorno sí. ¿Escuchó Cornelia algún rumor que le hiciera pensar que esos españoles eran inofensivos?
Por último, llama la atención el final de la historia. Antonio y Juan van a Ferrara a despedirse de los duques, que ya tienen tres hijos. El duque les ofrece casarse con dos primas suyas, lo que ellos rechazan. Vuelven a su tierra y se casan con dos vizcaínas de su misma posición social. Hasta ahí nada raro. Pero los finales felices de Cervantes suelen acabar con todos casados y teniendo familia numerosa. Juan y Antonio se casan, mas de su vida posterior sólo se dice que durante muchos años se cartearon con Lorenzo y los duques de Ferrara. ¿Matrimonios de conveniencia para ocultar algún tipo de comportamiento liberal?
Cornelia de Bentibolli
Una constante en los relatos que componen las Novelas Ejemplares es poner de relieve el papel de la mujer de la época. Cornelia es una joven de 18 años que, al quedar huérfana desde pequeña, vive con su hermano Lorenzo. «Quedé huérfano algunos años ha, y quedó en mi poder una mi hermana», dice Lorenzo a Juan. No quedó a su cargo, sino en su poder. Lorenzo habla de Cornelia como si fuese un objeto más que hubiese heredado, porque realmente la mujer en aquella época no tenía voz ni voto sobre su vida. Era una cosa más que había en la casa hasta que se desposaba y marchaba a vivir con el marido.
Esta situación de la mujer como objeto la vimos profusamente detallada en El amante liberal, donde Leonisa es secuestrada, vendida, comprada y, al final, regalada por Ricardo, que afortunadamente se da cuenta de lo que ha hecho y recula. Pero también lo vemos en este mismo relato, cuando el duque de Ferrara «les ofreció [a los españoles] dos primas suyas por mujeres con riquísima dote». Para agradecer algo regalas un objeto. El duque regalaba primas.
Volvamos a Cornelia. La joven vive enclaustrada por decisión de su hermano, y sólo se relaciona con las criadas y damas de compañía. Tiene prohibidísimo ver a un varón, y aunque toda Bolonia habla de su belleza, en realidad nadie la ha visto. Otra vez el hermano decide qué hacer con el objeto que le ha tocado guardar, y opta por meterlo en una caja hasta que sepa qué hacer con él. O sea, hasta que encuentre al marido adecuado para ella.
Pero como vimos en El celoso extremeño, no se le pueden poner puertas al campo, y cuando lo que debiera ser normal se convierte en anomalía, pasan cosas. Cornelia obtiene el permiso de su hermano para asistir a la boda de una prima, donde conoce al duque de Ferrara. Y aquí, por primera vez, toma una decisión: acostarse con el duque. Eso sí, no sin antes arrancarle una promesa de matrimonio. Aunque llegar al matrimonio sin honra era una falta gravísima para la mujer, se le disculpaba si se trataba de su futuro marido.
Pero el duque primero desaparece, y luego explica que si pospone la boda es «porque aguardaba que mi madre (que está ya en lo último) pasase désta a mejor vida». Explicación que no le da a Cornelia (que es la agraviada e interesada) ni a Lorenzo, sino a Juan. Si Cornelia hubiese sabido eso, quizá habría pospuesto el tener relaciones, pero no se le da ocasión de decidir.
La cosa se complica con el embarazo, que Cornelia trata de ocultar a su hermano. De nuevo obtiene permiso de Lorenzo para pasar una temporada en la casa de su prima, en Ferrara, donde consigue ver al duque y contarle el problema. Él se compromete a sacarlos de la casa familiar, pero sigue posponiendo el momento del enlace, aun sabiendo que eso dará a su hijo la condición de ilegítimo.
Al final estalla la bomba. Cornelia pare y huye de casa, y Lorenzo se entera y sale en busca de Alfonso «para pedir al mismo duque la satisfacción de mi ofensa», es decir, que se case con su hermana y reconozca al niño. Pero habla en primera persona: «mi ofensa», porque, al ser Cornelia algo suyo, de su propiedad, el agraviado pasa a ser él. Y exige que se restablezca su honor.
La forma de hacerlo es celebrando el matrimonio que Cornelia desea, pero que el duque aplaza. El duque aquí recuerda levemente a Marco Antonio (Las dos doncellas). Te quiero mucho, eres la mejor y yo ya te considero mi esposa… pero ahora no puede ser, y tampoco juzgo necesario explicarte nada. Hasta que le pillan por banda y no le queda otra que apechugar.
Cornelia todo esto lo ve desde la banda, esperando a ver qué deparan las trifulcas entre los otros dos. Felizmente para ella se celebra el matrimonio. De lo contrario se habría visto obligada a enterrar o al duque, o a su hermano.
Lorenzo de Bentibolli
Hermano de Cornelia, ignoramos su edad. En realidad se sabe poco de este personaje, salvo que es el guardián de su hermana, quien, a pesar de todos sus esfuerzos por mantenerla pura, acaba desflorada y embarazada antes de tiempo.
Esto Lorenzo lo toma como un agravio personal, pues en aquella época la virginidad de la hija o hermana afectaba a toda la familia, y el honor perdido sólo se restablecía casando a la hermana con el infractor o, en su defecto, batiéndose en duelo con él (si no huía antes). Por eso Lorenzo busca al duque de Ferrara, y no duda en pedir ayuda a extraños para llevar a cabo su propósito.
Pero con Lorenzo también hay cosas que no cierran. La más obvia es que recurre a un español para que le ayude a buscar a Cornelia. ¿Por qué un español? Y, ¿por qué Juan de Gamboa? Ellos no se conocen, no tienen tratos y Lorenzo no sabe que su hermana está ahí. Podría pensarse que recurrió a un extranjero para evitar habladurías, pero la noche anterior intentó matar al duque con un grupo de italianos, y durante la pelea se oyó claramente que «querer cobrar la honra perdida, a toda demasía da licencia». Es decir, que al menos sus acompañantes sabían de qué iba el asunto.
Y de repente, prescinde de los italianos y pide ayuda al español. ¿Acaso Lorenzo -boloñés de generaciones- no conoce a nadie de fiar en Bolonia? ¿O es que sabe algo de ese español que los demás ignoramos? ¿Reconoció al italiano que se inmiscuyó la noche anterior en la pelea?
Como fuere, Lorenzo consigue hablar con el duque y poner las cosas en claro, porque en realidad él habría dado el visto bueno a ese matrimonio si se lo hubiesen propuesto desde el principio, es Alfonso quien enreda todo. Lo dice Cornelia: «Mil veces le dije que públicamente me pidiera a mi hermano, pues no era posible que me negase». Tanto los Bentibolli como los Este eran familias nobles, pero el patrimonio de los Este superaba al de los Bentibolli, lo cual significaba que el matrimonio era ventajoso para ellos.
Sin embargo, aunque parece que llegan a un trato cordial, la celebración del matrimonio deja alguna incógnita en el aire. Como la elección de Juan de Gamboa como padrino en detrimento de Lorenzo. O que el duque ofrezca a los españoles casarse con dos primas suyas, pero no amplíe el ofrecimiento a su cuñado.
Alfonso de Este, duque de Ferrara
En la época que refiere la novela, el duque de Ferrara era Alfonso II de Este. Alfonso es -junto a su madre- el único personaje del relato que existió en la vida real. No obstante, no se trata de una recreación fidedigna, ya que hay bastantes discrepancias entre el duque real y el que aparece en la novela.
En el relato se insinúa que Alfonso podría estar comprometido cuando conoce a Cornelia («[mi madre] que tiene deseo que sea mi esposa la señora Livia, hija del duque de Mantua», dice a Lorenzo cuando se encuentran en la entrada de Bolonia). En 1575, Alfonso II de Este se había casado ya dos veces, primero con Lucrecia de Médici y luego con Bárbara de Austria. Se casaría una tercera vez, en 1579, con Margarita Gonzaga. Es este enlace el que Cervantes toma como referencia para describir las celebraciones del desposorio entre Alfonso y Cornelia.
Los recién casados ocultan su matrimonio por respeto a la duquesa madre, que vive en Ferrara y está muy enferma. Pero Renata de Francia vivía exiliada en su país y murió en Francia, no en Ferrara. Igualmente se altera el carácter del duque, que distaba mucho de ser el hombre afable, familiar y cariñoso que dibuja Cervantes. De hecho, nunca se casó por amor. Sus tres matrimonios obedecían a la necesidad de tener un heredero.
Alfonso II de Este murió en 1597 sin descendencia. Ni oficial, ni ilegítima. La falta de herederos le obligó a legar el ducado a su primo César de Este, hijo de su tío Alfonso. Puede que Cervantes se hiciera eco de alguna leyenda local relacionada con el duque, o lo más plausible: que hiciera un refrito de los tres Alfonso de Este que existían hasta aquel momento, y por eso en la novela se refiera al duque simplemente como ‘Alfonso’, sin especificar cuál de todos es.
- En la ficción, Alfonso y Cornelia tienen un hijo sin estar casados. Alfonso de Este (tío del duque) tuvo un hijo ilegítimo, Alejandro[R1].
- En la ficción, Alfonso quiere retrasar la boda alegando que su madre está enferma. Se casa en secreto con Cornelia, pero el enlace no se hace público hasta que muere la duquesa madre. En la realidad, Alfonso II retrasa su boda con Bárbara de Austria por la muerte del padre de esta, Fernando I de Habsburgo[R2].
- En la ficción, la boda entre Alfonso y Cornelia legitima al hijo que han tenido. En la vida real, Alfonso I, tras fallecer Lucrecia Borgia (su segunda esposa) tuvo dos hijos con Laura Dianti, con quien se casó en 1534[R3] para legitimar a sus descendientes. Uno de esos hijos fue Alfonso, padre de César, heredero del ducado. Clemente VIII aludió a la condición de hijo ilegítimo del padre para arrebatar el ducado de Ferrara a la familia d’Este[R4].
De todos modos, la censura vino a medio arreglar las cosas. Concretamente el traductor de la versión inglesa, que reconvirtió a las hijas de Alfonso y Cornelia en damas de compañía[R5]. Curiosamente, el traductor mantuvo al hijo varón, concebido de forma ilegítima.
El ama de llaves
Vive en la posada y sirve a Antonio y a Juan. Es la única que se extraña de que Lorenzo pida ayuda a Juan para encontrar al duque de Ferrara. Y se extraña porque, como italiana, sabe de la inquina de los italianos hacia los españoles. «¡El señor Lorenzo, italiano, y que se fíe de españoles, y les pida favor y ayuda! Para mi ojo si tal crea», dice a Cornelia. ¿Qué italiano en su sano juicio pediría auxilio a un español? De lo cual deduce que es una trampa de Lorenzo.
Como buena italiana, el ama no pierde la ocasión de malmeter contra los españoles, contándole a Cornelia que una mujer joven quizá pueda tener problemas si queda bajo su amparo, ya que por lo general los españoles son lascivos y no la respetarán. Pero matiza que «no tengo de qué quejarme de mis amos, porque son unos benditos, como no estén enojados y en esto parecen vizcaínos». Vaya, que exceptuando la mala leche vizcaína, sus amos no eran como los demás españoles. Cosa que Cornelia y Lorenzo ya sabían, por eso acuden a ellos.
Otros personajes
A lo largo del relato aparecen varios pajes, sirvientes y amas de compañía. También aparece otra Cornelia, una meretriz llevada por un paje de Juan a la posada que confunden con Cornelia de Bentibolli, en ese momento desaparecida. Salvo Fabio (un criado del duque de Ferrara) y Sulpicia (la doncella que por error entrega el niño a Juan), ninguno de los otros tiene un papel digno de mención. Al final de la historia aparece el cura, que además de pasar el rato besuqueando al bebé, se encarga de casar a Alfonso y Cornelia.
^ (1) El autor cuenta que los jóvenes deciden volver a España «pues no había qué hacer en Flandes». Luis Requesens decretó la amnistía general en Flandes en 1574. Al final del relato se cita otro hecho que sucedió en 1575, así que los protagonistas debieron llegar a Bolonia en 1574 o 1575.
^ (2) Esto hay que interpretarlo con doble sentido, pues en aquella época los italianos odiaban a los españoles. Por eso Juan, al entrar en la pelea, se hace pasar por italiano. Tal animadversión habría hecho imposible tanto que una local se alegrase de verlos de noche en mitad de una calle oscura, como que demandara su ayuda.
^ (3) Los Bentivoglio eran una familia noble asentada en Bolonia desde principios de 1400. Ostentaron el poder en Bolonia durante casi todo el siglo XV y parte del XVI→.
^ (4) Protagonista de El celoso extremeño, quien, a pesar de todos sus desvelos para evitar que su esposa fuese vista por otros, acabó teniendo al enemigo en casa.
^ (5) Las piedras preciosas incrustadas en el sombrero eran un signo de distinción de los duques. La disposición de los diamantes indicaba a qué ducado representaba. Por eso Cornelia confunde a Juan con el duque de Ferrara, porque conoce el diseño del sombrero.
^ (6) Antiguamente se creía que la madre debía reposar y esperar a que subiese la leche antes de amamantar al bebé, descartando así el calostro como primer alimento de la criatura. Para estimular la subida de la leche recurrían al «mamón», normalmente un anciano desdentado que se encargaba de succionar el pecho de la madre.
^ (7) Renata de Francia, fallecida el 12 de junio de 1575. No tiene papel en la novela, sólo se le menciona un par de veces, pero es importante para fijar el contexto histórico en que se desarrolla el relato.
^ (R1) Portone, P. (s. f.). ESTE, Alessandro d’. Treccani.it. Recuperado 17 de agosto de 2023, de https://www.treccani.it/enciclopedia/alessandro-d-este_(Dizionario-Biografico)
^ (R2) Alfonso II d’Este. (s. f.). Histouring.com. Recuperado 17 de agosto de 2023, de https://www.histouring.com/en/historical-figure/alfonso-ii-d’este/
^ (R3) MuseoFerrara. (s. f.). Alfonso I d’Este – MuseoFerrara. Museoferrara.it. Recuperado 17 de agosto de 2023, de http://www.museoferrara.it/en/view/s/c52c470f98934897b18c97555aa74f10
^ (R4) Alfonso II d’Este. (s. f.). Histouring.com. Recuperado 17 de agosto de 2023, de https://www.histouring.com/en/historical-figure/alfonso-ii-d’este/
^ (R5) Luttikhuizen, Frances. (1990). Verdad histórica y verdad poética en «La señora Cornelia». Actas del I Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, 265-269. https://cvc.cervantes.es/literatura/cervantistas/coloquios/cl_I/cl_I_24.pdf