El ruiseñor y la rosa (Oscar Wilde)
El ruiseñor y la rosa es el segundo relato de la antología El príncipe feliz y otros cuentos (The Happy Prince and Other Tales) publicada en mayo de 1888 por el escritor irlandés Oscar Wilde.
El ruiseñor y la rosa: argumento y análisis
El ruiseñor y la rosa es un cuento relatado por un narrador omnisciente con tres actores principales: el ruiseñor, que con su generosidad y entrega simboliza la grandeza del amor; el estudiante, que prioriza la practicidad y que vive ajeno al mundo real (para él, la sabiduría se halla exclusivamente en los libros), y la hija del profesor, que es la viva imagen del materialismo y la superficialidad.
- Para el ruiseñor, el amor es el mayor de los tesoros, puesto que no tiene precio. Cualquier sacrificio es poco si la recompensa es que florezca el amor.
- Para el estudiante, el amor es algo práctico cuya finalidad es su propia satisfacción. Cuando sueña con el baile habla de sus sensaciones, de lo que él obtendrá. No se plantea lo que él pueda aportar a la otra persona, simplemente piensa en pagar el precio (la rosa roja) para que la muchacha baile con él.
- La hija del profesor ve el amor como algo supeditado al dinero y la apariencia. No es lo mismo emparejarse con un simple estudiante, que con un futuro alto cargo. Valora más la riqueza y la posición social que los sentimientos genuinos.
El resumen corto sería que el ruiseñor, tras ver el sufrimiento del estudiante por no encontrar una rosa roja (condición que ha puesto su amada para bailar con él), decide inmolarse para crear una a cambio de que el estudiante sea un «verdadero enamorado». El ruiseñor tiene la imagen del amor que hemos visto en infinidad de historias, donde un hombre «y una virgen» (curioso que diga virgen en lugar de mujer) se enamoran y son felices por los siglos de los siglos. Pero la vida real es algo más enrevesada, por lo que el ruiseñor se acaba inmolando en balde.
Para mí, la moraleja es que a veces nos sacrificamos por los demás pensando que hacemos un bien, cuando lo único que estamos haciendo es el canelo. Pero entiendo que la moraleja buscada sea algo así como que el verdadero amor requiere un sacrificio que no todo el mundo está dispuesto a hacer.
Resumen de El ruiseñor y la rosa ¿De qué trata?
Un ruiseñor tenía su nido sobre la encina del jardín de un joven estudiante. Una mañana le oyó quejarse: al día siguiente, el príncipe daría un baile al que asistiría su amada. La muchacha le prometió bailar con él si le llevaba una rosa roja con la que adornar su vestido. Pero el estudiante había escudriñado el jardín al milímetro y allí no había rosas rojas. Apesadumbrado, se quejaba de su mala suerte, provocando las risas del resto de animalillos que habitaban el jardín.
-Sí, ¿por qué? -decía una mariposa que revoloteaba persiguiendo un rayo de sol.
-Eso digo yo, ¿por qué? -murmuró una margarita a su vecina, con una vocecilla tenue.
-Llora por una rosa roja.
-¿Por una rosa roja? ¡Qué tontería!
Y la lagartija, que era algo cínica, se echó a reír con todas sus ganas.Fragmento de «El ruiseñor y la rosa»
El ruiseñor no se reía. Al contrario, se sentía conmovido por las lágrimas del estudiante, a quien consideraba la personificación del amor. Y como él cantaba al amor, se vio en la obligación de ayudarlo. Alzó el vuelo y visitó a un rosal que crecía en el prado. Pero el rosal no pudo ayudarle porque de él sólo brotaban rosas blancas. Tal vez su hermano, que crecía cerca del reloj de sol, podría darle la rosa roja. Y allá que fue el ruiseñor, también en balde, pues era un rosal de rosas amarillas. Le aconsejó hablar con su otro hermano, que estaba bajo la ventana del estudiante.
Así que el ruiseñor volvió al jardín para hablar con el tercer rosal, al que interpeló de la misma forma que a sus hermanos: «Dame una rosa roja, y te cantaré mis canciones más dulces». Mas el rosal, que daba rosas rojas, no podía complacerlo. El invierno fue duro e hizo mella en él. Estaba tan dañado, que aquel año no podría dar más rosas. Ante la insistencia del ruiseñor, el rosal admitió que había una forma de hacer brotar una rosa roja. Pero el precio a pagar era muy alto.
Ciertamente, era un método terrible, pues el precio a pagar era nada menos que la vida del ruiseñor. Pero el ruiseñor estaba decidido a conseguir una rosa roja como fuese, y, tras meditar brevemente el asunto, aceptó el trato. Batió sus alas y voló por última vez sobre el bosque. Volvió al jardín a comunicarle la buena nueva al estudiante, aunque este, ignorante del idioma de los pájaros, no entendió el mensaje. Quien sí lo entendió fue la encina, que pidió al ruiseñor que cantase para ella por última vez. Y el ave le obsequió su generoso canto.
Cuando el ruiseñor acabó de trinar, el estudiante, que había escuchado atentamente pero no había entendido nada, anotó unas observaciones en su cuaderno:
Anotado lo anterior, marchó a su habitación.
Cuando la luna iluminó la noche, el ruiseñor levantó el vuelo y se posó sobre el rosal. Arrimó el pecho a las espinas y su trino rompió el silencio nocturno. Cantó primero celebrando el nacimiento del amor; luego se acercó más a las espinas y su canto habló de la pasión entre dos enamorados. Quedaba poco para el amanecer y coronaba el rosal un capullo blanco. No era suficiente. El ruiseñor se pegó a las espinas, y cuando sintió que estas rasgaban su corazón, cantó al amor que va más allá de la muerte, como si fuera una poderosa energía que nos sobrevive.
El ruiseñor calló. El rosal, emocionado, le alertó de la magnífica rosa roja que lo coronaba. Pero nadie respondió. La sangre del ruiseñor tiñó la rosa y él yacía inerte sobre la rama.
Al mediodía siguiente, el estudiante abrió la ventana y vio la rosa roja. La cortó, cogió su sombrero y corrió a casa de la muchacha. Pero esta lo despachó con cajas destempladas: la rosa no haría juego con el vestido azul que luciría, y, además, el sobrino del chambelán le había regalado joyas. Nada tenía que hacer una simple rosa frente a unas joyas, pues la flor jamás igualaría su valor.
Despechado, el estudiante tiró la rosa. Arremetió contra la muchacha y clamó contra el amor mientras emprendía el camino de regreso a casa. Ya en su habitación, se enfrascó en el estudio y se olvidó de todo. La rosa, abandonada a su suerte, fue aplastada por las ruedas de un carro que pasó.
Descripción de los personajes de El ruiseñor y la rosa
– El ruiseñor. El protagonista de la historia. Vive tranquilamente en su nido hasta que ve al estudiante llorando y no puede evitar conmoverse. El problema es que el ruiseñor no entiende que el estudiante llora por algo irreal (la película que se ha montado creyendo que, al llegar con la rosa, la hija del profesor caerá rendida a sus pies). El ruiseñor, que muchas veces le canta al amor, ve en el joven la personificación de sus trinos. Y cree que tiene la obligación de ayudarle para que triunfe el amor.
El ruiseñor es empático al extremo y profundamente altruista. Valora la vida, pero se siente en la obligación de sacrificarse por un bien mayor. Además, cree que su vida no vale tanto como la de un humano («¿Qué es el corazón de un pájaro comparado con el de un hombre?», dice al rosal). Y aunque sabe que el amor no tiene precio, él, inconscientemente, se lo pone: pagará con su vida el precio de crear la rosa que la muchacha exige al joven para bailar. A cambio, pide al estudiante que sea «un verdadero enamorado». Por su cabeza no pasa que la muchacha dé calabazas al estudiante, porque, como él, sólo ve la cara idealizada del amor.
A estas alturas ya sabemos que el sacrificio del ruiseñor fue en balde, pero de eso no podemos culpar ni al estudiante, ni a su amada, porque, a fin de cuentas, ninguno de los dos conoce la historia de la rosa roja. La moraleja que yo saco es que te ocupes de tus asuntos y no pretendas arreglar la vida de los demás, porque tienes muchas papeletas de salir escaldado.
El ruiseñor debió entender que la rosa y el baile eran problemas que debía solucionar el chico y no él, que ya habría hecho bastante hablando con los rosales. Y debió entender que el desamor también forma parte del amor, y que también tenemos que pasar por eso porque son lecciones de vida, aunque a nadie le guste recibirlas.
– El estudiante. Es un joven que estudia filosofía y en sus ratos libres suspira por la hija de su profesor. Al principio del cuento está triste porque no logra una rosa roja, que es la condición sine qua non que la muchacha ha puesto para bailar con él. No tener la rosa le sume en el desamor, piensa que se acabará el mundo porque en el baile la joven no querrá saber nada de él. Sin embargo, no se para a pensar que si la muchacha quisiera bailar con él, lo haría sin pedir nada a cambio.
La aflicción del estudiante es motivo de chanza para los habitantes del jardín, y de compasión para el ruiseñor que vive en la encina, a quien, paradójicamente, el muchacho tilda de «egoísta» y superficial. Digamos que sufre el mal de algunos intelectuales, que es sentirse superior a otros. Le vendría bien leer menos y observar más la realidad. También el ruiseñor cumple la función «práctica» que el estudiante le niega. Pero, aunque sólo cantara, sus trinos alegraban a la encina y amenizaban las tardes de los demás habitantes del jardín. A veces es bueno no hacer nada práctico.
Cuando la hija del profesor le rechaza, se enfada y tira la rosa al suelo. Realmente la joven no es muy agradecida, pero lo que él demuestra es no saber gestionar la frustración. Pasa de creer en el amor a decir que es una «tontería» que genera expectativas que luego no se cumplen. Como él es una persona «práctica», decide olvidarse de historias amorosas y volcarse en el estudio.
Una persona práctica aplica en la vida real lo aprendido en los libros y extrae conclusiones de sus vivencias, sobre todo, de las malas. El estudiante crea castillos en el aire sin calibrar sus expectativas reales, y luego se da de bruces con la realidad. Y como no sale bien, decide refugiarse en lo que es seguro para él: el estudio. No extrae conclusiones de lo sucedido, por tanto, volverá a tropezar en la misma piedra.
– La hija del profesor. Una joven materialista que aplica el tanto tienes, tanto vales en sus relaciones con los demás. Las joyas que le regala el sobrino del chambelán valen más que la rosa roja, que, además, no hace juego con su vestido azul. Cuando el joven se marcha, le dice que es «un simple estudiante. ¡Bah! No creo que puedas tener nunca hebillas de plata en los zapatos como las del sobrino del chambelán». Le preocupa la apariencia y el estatus. No es lo mismo acudir al baile con un estudiante, que con el sobrino de un alto funcionario. Pero si en el futuro el estudiante tuviese un buen nivel socioeconómico, seguramente le daría otra oportunidad.
– La lagartija verde, la mariposa y la margarita. Habitan el jardín. El llanto del muchacho les sorprende, ya que no entienden su sufrimiento. A la lagartija, que llore por no tener una rosa roja le provoca risa. Más que cínicas, yo diría que son prácticas y poco empáticas.
– La encina. Acoge el nido del ruiseñor, al que tiene un gran cariño. Es la única que conoce sus planes, pues entiende lo que le dice al estudiante. Podríamos decir que se pasa de empática: comprende la decisión del ruiseñor y la respeta. Quizá al ruiseñor le habría venido bien una voz amiga que le hiciera reconsiderar su elección. Pero, en lugar de hacerle pensar, la encina se limita a pedirle un último canto a modo de despedida. Las consecuencias de su inacción no se ven en el cuento, pero se intuyen. Vivirá sabiendo que el sacrificio del ruiseñor fue en balde y que pudo hacer algo para evitarlo.
– Los rosales. Son tres hermanos. Uno vive en el prado, otro cerca de un reloj de sol, y el tercero brota bajo la ventana del estudiante. Casualmente, los dos primeros (blanco y amarillo) tienen rosas, pero el tercero, que es el de las rosas rojas, está maltrecho y no puede dar más hasta recuperarse, sólo un gran sacrificio será capaz de hacer brotar una rosa roja. Esto es una curiosa metáfora de las relaciones amorosas, que viene a decirnos que el amor verdadero precisa sufrimiento y sacrificio. Si lo obtienes sin esfuerzo (como se encontraban las rosas blancas y amarillas), no lo valorarás lo suficiente y se acabará extinguiendo.