El amante liberal (Miguel de Cervantes)
Episodio II de las «Novelas Ejemplares» de Miguel de Cervantes
El amante liberal es la segunda de las historias incluidas en las Novelas Ejemplares escritas por Miguel de Cervantes. Cuenta la historia de dos jóvenes sicilianos, Ricardo y Leonisa.
A través de los protagonistas, Cervantes plantea dos ideas: la primera, que cada persona tiene el derecho de vivir su vida de acuerdo a sus propios deseos y motivaciones, sin tener que someterse a expectativas de terceros o al socorrido qué dirán. Reivindica la autonomía y la libertad de elección. Y la segunda, el derecho de luchar por lo que se quiere, pero respetando unos límites porque no siempre puedes hacer lo que quieres, especialmente si lo que deseas involucra a otras personas que tal vez no ven las cosas como tú.
Resumen de El amante liberal
En 1570, la expansión del Imperio Otomano en el Mediterráneo amenaza seriamente los intereses comerciales de la República de Venecia, desencadenando la cuarta Guerra turco-veneciana, conocida también como Guerra de Chipre.
Los otomanos querían hacerse con el control de la isla, pues era un punto neurálgico al concentrar gran parte del comercio de la región. Para ello, lanzaron una brutal ofensiva contra Chipre (bajo control veneciano), capturando numerosas ciudades y fortalezas a pesar de la férrea defensa ejercida por los chipriotas. La capital, Nicosia, cayó en manos turcas el 7 de septiembre de 1570, tras resistir durante 40 días el feroz ataque otomano. La guerra se prolongaría hasta 1573, cuando los turcos, a pesar de haber sido derrotados en Lepanto, se proclaman vencedores.
Y es aquí, en las ruinas de Nicosia, donde encontramos al amante liberal, Ricardo, protagonista de la historia. Es un muchacho que vive afligido, con mucha culpa, pues debemos ser consecuentes con nuestras acciones y nuestras palabras, y las suyas hicieron mucho mal justo a la persona que más quería, la última en el mundo a la que pretendía dañar. Y claro, no se lo perdona.
Ricardo visita diariamente los restos de la antigua muralla de Nicosia. Allí lanza sus penas al aire, compartiendo su desdicha con la ciudad (tan destrozada como se siente él) con el propósito de hallar un poco de consuelo. Sólo un poco, porque lo que Ricardo realmente ansía es la muerte, lo único capaz de purgar sus pecados y dejar en paz su alma.
En uno de esos momentos de desahogo, un mozo turco, habitante de una de las tiendas cercanas, sale de sus aposentos. El turco (que no es turco, sino un cristiano haciéndose pasar por tal) se llama Mahamut, y al igual que Ricardo, es un esclavo. Mahamut contempla diariamente la escena, pero en esta ocasión se decide a abordar a Ricardo para saber cuál es la causa de su desasosiego.
Porque Mahamut, que es compatriota de Ricardo y lo conoce desde la niñez, sabe de la solvencia económica del muchacho, suficiente para comprar su libertad y volver a la patria sin mayor problema. Así que barrunta que la razón es otra más difícil de resolver e impele a Ricardo a que se la cuente para, entre los dos, hallarle remedio. Y Ricardo accede, porque a veces es más eficaz desahogarse con las personas, que con las ruinas.
El origen de los males de Ricardo tiene nombre: Leonisa, la muchacha más bella que ha parido madre a juicio de Ricardo… y de Mahamut, que la conoce y concuerda. Bueno, pues Leonisa es una joven que vivía en Trapani (de donde también son Mahamut y Ricardo) y que andaba en relaciones con un tal Cornelio, otro joven del pueblo de belleza sinpar. Y claro, a Ricardo, que llevaba años pretendiéndola y haciendo méritos ante sus padres, ese noviazgo pues no le sentaba muy bien.

Un mal día se enteró de que las familias de Leonisa y Cornelio pasarían la jornada en un conocido parque, quizá para acelerar el tránsito de noviazgo a boda. Y Ricardo (que de amante liberal tenía poco por aquel entonces) no lo pudo soportar. Presa de los celos, se presentó en el lugar y retó tanto a Leonisa como a Cornelio (que, al parecer, salió huyendo), y de paso atacó a algunos familiares de la joven, que viendo el panorama, se desmayó.
Como todos estaban muy ocupados dándose palos, nadie hizo cuenta del desmayo. Se enfrascaron tanto en la pelea que, cuando se quisieron dar cuenta, había un montón de turcos en el parque. Nada, corsarios que habían atracado en una cala cercana a quienes llamó la atención el jaleo. Claro, el personal, en cuanto vio a los turcos, puso pies en polvorosa, a excepción de Leonisa (que seguía desmayada), Ricardo (que se puso a pelear contra ellos), y unos pocos familiares que no anduvieron finos. Y los turcos, ya que estaban ahí, les metieron a todos en uno de los barcos y se los llevaron con ellos.
Estando ya en alta mar, los turcos hicieron recuento de bajas. Cuatro soldados había matado Ricardo, y encima, de los mejores. Al capitán esto no le gustó nada, y mandó que, en represalia, le ahorcaran. Pero hete aquí que en aquel momento Leonisa ya había despertado del trance, y asistía a la escena entre atónita y llorosa. Consiguió convencer al capitán de que guardasen la horca, pues el muchacho tenía cuartos y era más rentable para ellos cobrar un rescate, que matarlo.
Hagamos el cuento corto: el rescate no cuajó. Uno de los capitanes turcos, Yzuf, quería a Leonisa como esposa, y a cambio cedió el resto de secuestrados al otro capitán, Fetala. Luego cada cual subió a su barco y cada barco enfiló su destino. Pero se desató una gran tormenta que dificultaba mucho la navegación. Y Leonisa tuvo la mala suerte de que su barco se estrelló contra una escollera de rocas. Cuando la tormenta amainó, la tripulación de Fetala bajó a tierra a husmear si había quedado alguien con vida, mas no hallaron ningún cuerpo ni persona.
Y este es el mal que aflige a Ricardo. Que no es poco, pues por su culpa Leonisa fue secuestrada y ahora está muerta. Que igual hubiera sido mejor no meterse y que la muchacha siguiera viva, aunque fuese con otro. Pero ya es tarde para arreglarlo, y al amante liberal sólo le queda rezar para que Dios se apiade de él y le dé un billete al más allá.
Mahamut concuerda: el asunto es complicado. Pero como las penas en compañía son más llevaderas, se ofrece a mediar para que su amo se haga con la propiedad de Ricardo, así tendrá cerca al joven para ofrecerle consejo o consuelo. Y aquí se acaba la charla entre ambos, pues está a punto de comenzar la ceremonia de cambio de Bajá (el Gobernador de la zona).

El bajá saliente, Alí, cede el mando al bajá entrante, Hazán, virrey de Chipre, en una ceremonia con mucha pompa y boato, en fin, como suelen ser estas cosas, que quedan en la memoria más por el espectáculo que por el nombramiento en sí.
Finalizado el acto de relevo, Hazán (que también es el dueño de Mahamut) entra en su tienda para despachar los asuntos de la gobernación, acompañado por el bajá saliente y por el cadí (el juez). En la tienda entran también Mahamut y Ricardo. Hay mucha gente ahí dentro, pues algunos van a quejarse del anterior bajá y otros tienen solicitudes que hacer al nuevo mandamás. Y en eso están, cada cual pendiente de que Hazán o el cadí resuelvan su cuita, cuando entra un alguacil anunciando a un comerciante judío interesado en vender una cristiana.
Como no podía ser de otro modo, la cristiana en venta resulta ser la mismísima Leonisa, que salvó la vida en el naufragio y fue vendida por los turcos al comerciante judío. Ella no repara en la presencia de Ricardo, pero él queda impactado por la visión de quien creía muerta. Y no es el único. Hazán, Alí y el cadí también quedan impresionados (aunque por otros motivos).
A continuación se desata una puja entre los tres jerifaltes turcos por ver quién se queda con la cristiana. Claro, ninguno puede reconocer que lo que les lleva a comprarla son sus bajos instintos, así que los tres aducen una razón nobilísima, y es que semejante regalo de Alá no puede sino pertenecer a Selim II (a quien Cervantes se refiere como Gran Señor), y que ellos son simples intermediarios que compran el regalo y lo envían al sultán.
Finalizada la venta, el cadí avisa a Mahamut para que lleve a Leonisa a su casa, donde quedará bajo la custodia de su esposa, Halima. Éste, avisado por Ricardo de la identidad de la chica, aprovecha el camino para preguntarle algunas cosas y darle luego el reporte a su amigo, que le espera en la tienda. Como Mahamut ha tenido que mentir para sonsacar a Leonisa, ambos deciden que Ricardo, en adelante, se hará llamar Mario. Con este nombre pasa a engrosar la nómina de esclavos de Hazán.
Los días se suceden mientras Ricardo y Mahamut idean planes para que el amante liberal pueda al menos encontrarse con Leonisa. El tema está complicado, mas si algo está destinado a ser, será; pero no cuando tú quieras, sino en el momento oportuno. Y así, de la manera más tonta y sin buscarlo, Ricardo da con la llave para acceder a Leonisa: el matrimonio que la resguarda, que no son sino el cadí y su esposa, Halima.
El cadí ya sabemos que quiso comprar a Leonisa para su disfrute personal. Pero resulta que Halima se cruzó un día con Ricardo, y oye, que desde entonces vive sin vivir en sí. Y como ninguno de los dos tiene claro cómo proceder, recurren a sus esclavos de confianza. El cadí queda encantado con la solución que le proponen. Tanto, que concede la libertad inmediata a Mahamut. Ricardo al fin puede hablar con Leonisa, y esta informa a Halima de que el muchacho accederá a sus deseos. Halima, contentísima, concede la libertad a Ricardo y se compromete a pagar el precio que el cadí quiera pedir por Leonisa para que también sea libre.
Lo que el matrimonio ignora es que han sido vilmente engañados, y que por la cabeza de los jóvenes pasa cualquier cosa, menos encamarse con ellos. Así es la vida, a veces hay que mentir por un bien mayor. Y ahora vamos con los planes: Mahamut y Ricardo convencen al cadí de que es necesario salir de inmediato hacia Constantinopla para que Salim II reciba su regalo. Pero en lugar de entregarle a Leonisa, fingirán su muerte durante el viaje, tirando su cadáver al mar. Que no será ella, sino Halima, de quien el cadí quiere deshacerse a toda costa.
Por su parte, Halima planea sobornar a Ricardo y Mahamut para que durante el viaje se subleven, tomen el control del barco y lo lleven a tierras cristianas, donde ella podrá casarse con el muchacho. Como no piensa volver a Nicosia, vacía su casa y hace que con ella embarquen tanto sus padres, como sus posesiones. Y los jóvenes aceptan el plan, tal como hicieron con el cadí.
La expedición no lo sabe, pero al mismo tiempo han partido otras dos naves, una a instancias de Alí (el exbajá) y otra comandada por Hazán (el actual bajá), que no están dispuestos a renunciar a Leonisa, por la que, además, gastaron sus buenos dineros. Así que no dudan en embestir el galeón donde viaja la muchacha junto al resto de la comitiva. Huelga decir que aquello acaba como el rosario de la aurora, peleando todos contra todos y con un elevado saldo de muertos. Y entre los muertos, los instigadores de los ataques: Alí y Hazán.
Ricardo y Mahamut se hacen con el control de la nave fletada por Alí. Traspasan allí las riquezas y cosas de aprovechar de los otros barcos y enfilan el camino de vuelta a Trapani. Antes, dejan en libertad al cadí, que regresa a Nicosia solo, pues Halima decide vivir en tierra cristiana. Y, por fin, echan el ancla en el puerto de Trapani, donde se reencuentran con sus seres queridos.

También acude a darles la bienvenida Cornelio, el antiguo enamorado de Leonisa. Y el amante liberal, al verle, no tiene nada mejor que hacer que entregársela en propiedad. No sólo eso, sino que además les colma de bendiciones y riquezas. Todo esto como quien entrega un paquete, sin mediar palabra antes con ninguno de los dos.
De repente, Ricardo se da cuenta de lo que ha hecho, tomando consciencia de que está mal. Muy mal, pues no puede ir regalando personas por el mundo como si fuesen objetos de su propiedad. Y se desdice de lo dicho. Entonces interviene Leonisa, que le deja claro que sobre su vida decide ella y punto, y que lo que hizo o dejó de hacer con Cornelio fue por propia voluntad y con el visto bueno de sus padres, lo cual no le resta honra. Y acto seguido, y con la benevolencia paterna, le pide que sea su esposo.
Y así termina El amante liberal, con Ricardo y Leonisa casándose ese mismo día y teniendo muchos hijos, Halima emparejándose con Mahamut y todo el mundo feliz y contento.
Personajes de El amante liberal
– Ricardo. Es el protagonista principal, conocido como el amante liberal por su disposición final para con Leonisa, a quien reconoce como persona soberana de sí misma. Pasa la mayor parte de la historia enfadado o deprimido. Primero porque Leonisa no quiere nada con él, y luego porque piensa que ha muerto por su culpa. Finalmente hace bueno aquello de que la paciencia es la madre de la ciencia, pues cumple su sueño de casarse con Leonisa.
– Leonisa. La coprotagonista. Está convencida de casarse con Cornelio, hasta que sucede la trifulca en el parque y ve que el chico no tiene sangre para defenderla de los improperios de Ricardo. Va de desgracia en desgracia: la secuestran, casi se mata, la venden dos veces y, para colmo, pasa a ser el objeto de deseo de todo quisqui, sin que nadie se preocupe de lo que ella quiere. Al final reivindica su autonomía, deja plantado a Cornelio y se casa con Ricardo.
– Mahamut. Amigo de la infancia de Ricardo. Su único objetivo es recobrar la libertad. En Nicosia se convierte en el apoyo principal del amante liberal. De vuelta a Trapani retorna a la iglesia católica y termina casándose con Halima.
– Halima. La esposa del cadí de Nicosia. Le cambia la vida el día que se cruza fortuitamente con Ricardo. Está enamorada de él, pero como no puede ser, al final se junta con Mahamut.
– Cornelio. Es el novio de Leonisa al comienzo de la historia.
– Los bajáes: Alí y Hazán. Ex gobernador y gobernador de Nicosia. Se enamoran de Leonisa en cuanto la ven y la compran a medias con el pretexto de regalársela al sultán Selim II. Ninguno tiene realmente esa intención, y los dos acaban muertos cuando intentan apropiarse del regalo durante el viaje del cadí a Constantinopla.
– El cadí. Es el juez de Nicosia. Como los bajáes, también se prenda de Leonisa y pretende quedársela para sí. No sólo no lo consigue, sino que además su esposa le abandona para irse a vivir a Trapani.